Por: Mónica Montoya
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Se trata de un camino donde uno se construye a sí mismo. Yo encontré que ese camino era común en muchas culturas. Desde la más remota antigüedad, diferentes escuelas enseñaron veladamente la única libertad posible para el hombre: su transformación voluntaria.
René Rebetez
Aunque no lo crean en pleno siglo XXI aún hay personas que sin importar a dónde vaya, me dicen: No vayas, no vas a poder, ¿cómo le vas a hacer sola?
He aprendido que cuando una persona te dice algo así, habla más de sí misma que de ti, tiene que ver más con sus propios miedos, pues quien realmente te quiere apoyar, te ayuda a encontrar soluciones, no límites.
Por eso me gusta rodearme de personas que aman vivir, cada que salgo de casa yo misma me motivo, me digo ¡ve!, ve porque puedes, no vas sola te tienes a ti misma, conocerás lugares nuevos y personas.
Seré realista, no es fácil vivir con una discapacidad, así como al viajar puede que llegue el momento en que sientas que estás en el camino equivocado, pero incluso en tu casa puedes llegar a sentirte así.
La gente suele ver primero lo que me falta, mi secreto es enfocarme en lo que tengo, no ignoro mis limitaciones, al contrario, me esfuerzo por conocerlas para poder enfrentarlas, así he logrado conocer 18 países y miles de personas alrededor del mundo.
El ejercicio me ha dado el empuje necesario para llegar a rincones que ni yo misma imaginaba, aún me preguntan ¿cómo le haces para superar las adversidades? ¿por qué entrenas? ¿por qué cuidas tanto lo que comes?
Claro que hay días que quisiera que mi vida fuera diferente, a veces dejo a mi mente imaginar cómo sería caminar descalza por la playa, ¿es tan fácil como usar las manos?, ¿qué se siente? ¿cómo es brincar, bailar salsa, correr? Imagino y aunque no lo creas no me pone triste, fluyo con lo que siento y después de esos breves momentos regreso a enfocarme en lo que sí puedo hacer.
En definitiva, el hacer ejercicio me ha llevado a viajar dentro y fuera de mí, no tiene porqué ser un gran sacrificio cuando lo haces cada día.
Para mí ha valido la pena, al principio tenía dudas, todo me dolía y no veía resultados, pero a poco más de un año ya no me queda la menor duda, sobre todo porque me siento fuerte y segura de ir a enfrentar el camino que el mundo me presente.
El verdadero viaje no está afuera, sino en nosotros mismos, así la clave de mi felicidad y ganas de vivir ha sido decidir que en la medida posible aprovechar y disfrutar cada centímetro de mi cuerpo como kilómetro del planeta.
Celebra conmigo un año de transformación y cuéntame ¿cómo has recorrido el camino hasta hoy? ¿qué quieres que sea diferente en tu vida?