Por: Olivia Pizaño Moctezuma
Recientemente tuve la oportunidad de viajar, viajar y conocer mucho. Entre tantas cosas que aprendí, reflexioné y viví, puedo decir que una de las más importantes que me sentí completamente bella durante mi viaje y número dos, completamente mía.
Lo más importante de estas dos cosas es que hoy en día son una declaración, pero durante mi viaje, fueron un proceso.
¿Qué es la belleza? Me pregunté en Filipinas, cuando veía chicas que para mí eran guapísimas. Tenían los ojos rasgados, como muchos en Asia, sin embargo, era un poco más grandes, y podías ver los estragos de la ocupación española en sus cuerpos, un poco más altos que el resto de Asia y con apellidos como “Pérez” o “López” que ni ellos entendían al máximo. También podías encontrarlo en sus palabras. Entendían palabras como piña, tenedor y cuchara, además de las palabras más mexicanas que conocían, que en realidad eran apellidos, “Márquez”, “Chávez” y “Canelo”, como nuestros boxeadores.
¿Pero eran bellas para mí porque se parecían más a los mexicanos, y me recordaban a lo que conozco y veo todo el tiempo o porque en verdad lo eran? Después de todo, ¿qué es la belleza?
El verano anterior a mi viaje, estuve en Estados Unidos, en donde tienen un estilo muy casual en su vida diaria, tenis, sandalias y una blusa básica acompañan a muchas, aunque no es la regla. Sin embargo, a la hora de salir, las estadounidenses tienen uno de los talentos más impresionantes y envidiable: portan el maquillaje como diosas. Los tutoriales en Youtube y las estrellas de estos anuncian sus propias marcas, ganan millones y aunque antes había escuchado de Sephora, no fue hasta ese entonces que me di cuenta de su importancia, y también me hizo interesarme en este mundo del maquillaje y todo lo que representa para la mujer.
En ese entonces, me pregunté a mi misma, ¿entonces no soy bella si no me maquillo? Siempre había estado interesada, pero nunca había hecho el salto a maquillarme porque en mi país, la máscara, el rubor y el delineador junto con un buen labial, son lo único que ocupas para salir.
Tiempo después me contesté a mi misma, y no, no es que fuera más bella si lucía al natural, ni más bella si me maquillaba, simplemente era una elección personal, y que tan linda lucía era parte de eso. Además, mi piel tenía un color muy lindo, me decían todo el tiempo en Estados Unidos, donde lucir bronceada era importante, el blanco estaba fuera de moda.
Es gracioso que eso es lo que pensaba hasta que viajé a China a realizar un semestre en el extranjero y cuestioné de nuevo mi belleza. Me pregunté por segunda vez en 3 meses, cuando descubrí que para ellos el tener la piel lo más blanca posible representa belleza, y el maquillaje ligero, de colores pastel es mucho más llamativo que el maquillaje que se considera extremadamente atractivo del otro lado del hemisferio. En el lado Este del mundo la dulzura es belleza, la sensualidad, no.
¿Qué puede hacer una mujer como yo? Más que encontrarse una vez más frente al espejo, ahora con más maquillaje que el de antes, pero con las mismas caderas grandes que he poseído siempre y que rara vez se observan de ese lado, y el color de piel más oscuro que he tenido después de un verano bajo el sol de Florida, sino preguntarse una vez más, ¿Soy bella?
¿Soy bella si también veía belleza en ellas?, ¿O si también veía belleza en las europeas que me acompañaban en el intercambio? Porque claro que veía belleza en ellas, después de todo, es la belleza que me vendían de niña. Las caras largas, las manos frágiles, la piel blanca, los ojos de colores bellísimos, verdes, café claro, azules. Además de esa altura que toda mi vida deseaba tener y el estilo para combinar ropa que poseen, la gracia es parte de ellas…
Al terminar mis estudios, tuve la fortuna de viajar un poco por el sureste de Asia, donde encontré a unas amigas tailandesas, y no hice más que admirar su sentido de la moda, tan distinto al nuestro, pero tan bello dentro de sí mismo, al igual que su belleza. En este mismo viaje conocí Singapur, Malasia, y como mencioné al principio, Filipinas. En todos y cada uno de ellos veía cómo a pesar de estar tan cerca un país de otro, la imagen de la mujer y su belleza se moldeaba dependiendo a la sociedad y las expectativas que esta tenía que cumplir dentro de la misma.
Aun así, las veía una y otra vez y para mí todas eran bellas. Desde aquellas que usaban el burka para cubrir su cabello, hasta las que portaban arracadas y éste completamente suelto. Desde los ojos rasgados y pieles blancas, hasta las pestañas grandes y la piel más oscura. La diferencia de una o de otra daba lo mismo, al final, todas se representaban a sí mismas.
Lo sé, quizás pienses que para ti hay personas que no son bellas, que no tienen nada de especial y la mitad de eso se lo debas a la publicidad y lo que hemos visto desde pequeños como lo que es lindo. Hoy en día existen muchas modelos que rompen ese molde y la publicidad se ha hecho más incluyente.
Pero más que verlo en una pantalla, el viajar es lo que me ha abierto los ojos a la realidad. No hay un modelo donde mi belleza pueda encajar, ni la de todas las mujeres, porque no importa si eres blanca como la nieve y tienes facciones griegas, si eres alta y tu color es café o negro, o bronceado, decir que alguien es más bello, es colocarlo sobre un espacio, sociedad o tiempo.
Quizás podría ser bella en México, pero no en Europa, no en Asia, lo mismo con los demás países y continentes. Podríamos crear el modelo perfecto de belleza basado en libros y revistas, que al final, sería más o menos leal en todo el mundo. Aun así, siempre existirá alguien que no está de acuerdo, porque ¿quién seríamos para declarar tal verdad? La belleza absoluta no existe.
Mientras viajaba e iba parando en hostales, me preguntaban de dónde era, al principio, mi respuesta era me parecía obvia, hasta que me di cuenta de que no lo era para los demás y casi al final del viaje, jugaba con las personas, pidiéndoles que adivinaran. Recibí de todo, que si venía de la India, que si tenía una parte asiática por mi pequeña estatura, que si mis ojos no eran tan rasgados, entonces, ¿de dónde era? “Mexicana” decía con mucho orgullo y al final, las personas entendían por qué no podían adivinar claramente de donde era, soy una mezcla. Encontré mi belleza.
Al final de mi viaje, me di cuenta de la mezcla que lleva mi ser y que no había nada más en esa pregunta, “¿soy bella?”, más que tristeza y miedo a no encajar. Pero en realidad, aprendí que eso es la belleza: No encajar en ningún molde. Así como que ser bella no está limitada a ciertas personas o países. La belleza es ser tu misma, cambiar lo que quieras cambiar, mantener eso que crees que te hace tú, levantar la cara y abrir bien los ojos. Porque si bien, en todos los lugares que he conocido he visto distintos tipos de rasgos físicos, lo único que siempre se mantuvo bello no importaba el país; es la personalidad, la capacidad de amar y admirarse de lo que hay a tu alrededor, nunca olvidando usar la más grande sonrisa en la cara.