Cuba eres amanecer en la Habana Vieja, el murmullo del gallo al alba, el pan caliente en bicicleta y la ropa húmeda colgada fuera de las ventanas. Eres los colores del tiempo que no pasa o pasa muy lento, la pátina de los ancianos con su piel arrugada de tabaco y los ojos soñadores de los niños que no vivieron los periodos especiales ni las revoluciones.
Cuba eres el atardecer desde La Cabaña, entre cañonazos seculares, entre las conspiraciones del Nacional y la música de Frank Sinatra. Eres las filas interminables del almacén con la libreta en mano, la de los helados Coppelia y de la “guagua” en el Vedado. Eres el restaurante estatal, el vendedor de maní en cucurucho y el “paladar” del vecino socialista, que aspira a la propiedad privada.
Cuba eres tus mártires sagrados y eres los falsos profetas convertidos en villanos; eres la invasión, la esclavitud y la independencia; eres la mujer más amada, la más traicionada y vuelta a amar sin reparo. Eres un doble agente fiel a tu patria. Eres un “vas bien Fidel” y un “vas mal Fidel” también.
Cuba eres el victorioso Granma y la balsa naufragada; eres las letras de Martí, de Hemingway y del Che Guevara; eres el ballet casi centenario de Alicia Alonso y las jóvenes zapatillas de la escuela nacional de danza; eres los pasos vivos de la Tumba Francesa, la salsa de las maracas, el son y la trova. Eres la flor pálida de Polo Montañez y la sombra de palma de Lester Campa. Eres Alan el del “paquete” y de las tarjetitas de internet para entender el mundo.
Cuba eres un mojito con balance, el ron con hielo prisionero y eres también la cuba libre; eres un concierto de jazz improvisado, de zorras y de cuervos, y un espectáculo de colores tropicanos; eres el Buenavista Social Club, el ritmo de Benny Moré y también la modernidad de Leoni Torres y Jacob Forever.
Cuba, eres tus dos capitales, Habana en occidente y Santiago en Oriente; eres los agujeros de bala del cuartel Moncada, y el recuerdo del 26 de julio cuando todo parecía perdido, antes del comienzo. Eres la discusión apasionada de pelota en la esquina caliente, y eres el silencio de San Ifigenia de la tumba de tus héroes. Eres un beso del Castillo del Morro y el Mar Caribe, cuando atardece.
Cuba, eres las calles con dos nombres, el de antes y el de después de las revoluciones; eres la gran piedra, entre la neblina, y eres toda la gloria del mundo dentro de un grano de maíz. Eres un paraíso de flores, con los “zum zum” -los colibríes- revoloteando entre las flores lluvias de fuego, y los tocororos que son tus aves nacionales.
Cuba eres tu herencia francesa, el café tostado de tus fincas abandonadas; eres el esclavo torturado y el guajiro libre que macera los granos con un habano en la boca; eres el primer “chumito” de la mañana, y el último espresso antes de las 6 de la tarde. Eres el barrio galo de Tivoli y sus vendedores ambulantes de cebolla; y eres la frescura de la caña, la pasión del cacao y del guarapo. Cuba eres tú el endulzante del mundo.
Cuba eres tus playas blancas, y tus aguas turquesas, eres tus bosques verdes y tu sierras rojas, llenas de sangre. Eres tus pueblos de más de 500 años, golpeados por las conquistas, las invasiones, los bloqueos y los ciclones; pero tú resistes a todos los embates, Cuba, con tus dientes de perro y tus pies bien firmes en el suelo.
Cuba fuiste el calor de la guerra fría, la bomba que nunca explotó, y la revolución que nunca acabó. Eres un ejército de esclavos y mambises con machetes, eres ecos de “Fidel, Fidel” en las multitudes, y barcos que le dan la espalda al comandante y parten lejos. Eres el “paria” que se
enfrentó al gigantesco líder del mundo, y se quedó con algunas victorias personales: le enseñó cómo ser un verdadero internacionalista, y cómo ofrecer salud y educación universal a todo su pueblo.
Cuba eres el anochecer en el Malecón, la borrachera con los pescadores y el susurro amoroso de las jineteras; eres el salpicón violento de las olas, y el tierno abrigo del horizonte sempiterno. Eres la plática incesante entre amigos que busca cambiar al mundo, hasta que amanece de nuevo.
Cuba eres Siomara, la pensionada de Trinidad; eres Eugenio el Jardinero de Santiago; eres Yasel el bailarín de Baracoa; eres José Ángel el estudiante de arquitectura de la Habana; eres Lisandra, nuestra guía en el Oriente; eres Diosdado el mesero del Tropicana; y también aquella solista del quinteto santiaguero que llegará a ser diputada en el Congreso. Cuba tú eres todos ellos, y más; eres el pueblo que comparte lo que tiene y no lo que le sobra. Cuba eres parte de mi corazón, y lo serás por siempre.