Por: Ignacio González
Xalapa, Veracruz. Es domingo y despierto todo trasnochado y no completamente consciente aún, pero con un incontrolable antojo de algo que ayude a sentirme vivo; podrían ser las manitas de cangrejo de Mariscos Ochoa en el Puerto de Veracruz, o la increíble cazuela de mariscos que preparan en Lechuguillas.
Para cualquiera de las dos opciones hay que manejar entre hora y hora y media, pero no me preocupa mucho; hay algo sobre tomar la carretera, poner música y sentir el viento, que me da un sentimiento de bienestar. Después de todo, mi familia me acostumbró desde pequeño a esta clase de aventuras gastronómicas, que en aquel entonces podían ser ir al río en busca de almejas o ir al pueblo chiapaneco costero más cercano a ver qué marisco fresco había ese día. El punto es que el fin de semana era el momento especial para deleitarse.
Esa tradición de las pequeñas escapadas continúa hasta el día de hoy, con una pequeña modificación; ahora me gusta pensar que somos como una especie de Myth Busters pero de las recomendaciones de restaurantes y/o “changarritos” carreteros.
Por ejemplo alguien una vez nos dijo que rumbo a Tuxpan a medio camino, hay un pueblo medio perdido, de esos en donde el viento da vuelta y parece que el tiempo se detuvo hace al menos una década. Aquí, dicen, se come la cazuela de mariscos más buena del sureste del país, y por supuesto que ante semejante aseveración no quedó de otra más que ir a corroborar qué tanta verdad había detrás de ella.
Y así fue. Un domingo cualquiera en compañía de unos amigos conocí Lechuguillas, Veracruz.
Tomamos la carretera a Tuxpan, y con ayuda del GPS llegamos al pueblo en donde alguna persona amablemente nos dijo más o menos cómo llegar a “El Porro”, el restaurante en cuestión. Cuando lo vimos por primera vez, la impresión fue de desencanto; sabíamos que no era un lugar que se caracterizara por ser bonito, pero aun así la pregunta “¿En serio será ahí?” se hizo más de una vez.
Aun así, decidimos sentarnos, relajarnos, pedir unas cervezas y para botanear, unas manos de cangrejo. Ya desde ahí supimos que estábamos en el lugar correcto; las pedimos naturales y enchilpayadas, y son todo lo que uno puede desear para empezar una comida dominguera: frescas, deliciosas, y ligeramente picositas.
Manitas de cangrejo en Lechuguillas
Esto fue la antesala de la que efectivamente es la mejor cazuela de mariscos que yo haya tenido la dicha de probar. Éramos cuatro personas, pero ante la advertencia de que la porción era gigantesca decidimos pedirla para tres; la verdad es que debimos de haberla pedido para dos, porque la marmita de caldo de mariscos que llegó a la mesa era inagotable, parecía que se auto rellenaba. Aclaro que no es queja, esto solo la hacía más maravillosa; era como tener camarones, caracol, pescado, jaiba y caldo infinitos. Ya al postre ni llegamos, creo que todos nos llevamos caldo a nuestras casas para recalentar.
Caldo de mariscos en Lechuguillas
Otro gran descubrimiento fue gracias al tip de un amigo, que un día tuvo a bien decirme que por fin había un restaurante bueno en el “tres veces heroico” puerto de Veracruz.
Me lo pintaron como comida veracruzana de vanguardia, descripción que no me entusiasmó tanto honestamente; pero cuando averigüé que el chef y propietario del restaurante DOS había sido educado en los fogones de Pujol, del gran Enrique Olvera, decidí visitarlo lo antes posible.
La dinámica fue un poco la misma. Un buen día en compañía de un amigo nos subimos al coche y emprendimos el camino a Veracruz. Solo que como era apenas la 1pm y la reservación era hasta las 3pm decidimos hacer una pequeña parada técnica en Mariscos Ochoa, un restaurante al que he ido incontables veces y siempre para pedir lo mismo: las manos de cangrejo. Aquí las preparan distinto; las bañan en una salsa roja súper picosa y deliciosa; es de esas cosas que te van enchilando poco a poco y no puedes parar de comer aunque ya te esté moqueando la nariz.
Manitas de Cangrejo en Mariscos Ochoa
Manitas de Cangrejo en Mariscos Ochoa
Después de haber abierto el apetito retomamos el camino hacia nuestro destino original.
DOS es un restaurante muy especial. Se enfoca en el uso de productos locales y lo mejor de todo es que trata con pescadores de la zona a quienes enseñan métodos de pesca tradicionales que fomentan el uso responsable de la fauna marina. Así, con la excelente materia prima que consiguen, este restaurante ofrece dos opciones de menú: uno fijo y otro semanal.
Ambos son de 5 tiempos; la diferencia es que el fijo está conformado por algunos de los platos más emblemáticos del restaurante, mientras que el otro cambia casi por completo de una semana a la otra.
Melocotón, hierbas y salsa de molcajete en DOS
Coliflor rostizada en DOS
Yo en lo personal no me canso del menú fijo, y en particular de dos de los platos: el chilpachole de jaiba que tiene el toque de acidez perfecto gracias a un poco de limón encurtido en el fondo del tazoncito donde lo sirven (tazón que uno desearía que fuera un enorme bowl porque el caldito está increíble).
Después mi gran favorito: el taco de jaiba desnuda. Imaginen una jaiba completa, sin caparazón, frita y colocada sobre una tortilla con un poco de puré de tamarindo, un toque de cebolla y cilantro (la salsa picante se la pone cada quien al gusto). Una orden de 5 de estos tacos me la comería sin problemas.
Taco de jaiba desnuda en DOS
Honestamente todo el menú es delicioso; muestra gran técnica pero sin pretensiones y una frescura en la interpretación de recetas tradicionales veracruzanas que se agradece. El Restaurante DOS es una bocanada de aire fresco en Veracruz.
Costilla de res en salsa verde en DOS
Pero bueno, quizás este domingo flojee un poco y no tenga que desplazarme más allá de unos cuantos kilómetros, hay una barbacoa por aquí cerca que estoy seguro me dejará como nuevo.
4.5
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