Por: Laura Rodríguez
Hace unas semanas participé en un concurso. La dinámica era simple, contestar por qué me gustaría viajar con un editor a Banff. Me tomé el tiempo y contesté la respuesta, según las bases, en menos de 500 caracteres. Pasó el tiempo y el viernes 3 de febrero a las 2 de la tarde recibí una llamada en la cual me avisaron que yo había sido la ganadora. No lo podía creer y aun después de haber hecho mi maleta, seguía incrédula. No fue hasta que Diego -mi feliz y suertudo acompañante – y yo conocimos en el aeropuerto a Ernesto Sánchez, quien sería nuestro compañero de viaje, que me “cayó el veinte”.
7 de febrero 2017
Día 1 : Después de 16 horas de viaje, llegamos a Banff en la provincia de Alberta, Canadá. Un pueblo ubicado dentro del Parque Nacional de Banff, en las montañas Rocosas de Canadá y con una población estimada de 8,000 residentes permanentes. Su vida cultural y económica está basada principalmente en el turismo.
Nos hospedamos en el hotel Fairmont Banff Springs, el “castiilo en las Rocosas”, que fue abierto al público en 1888. Al llegar hicimos un recorrido guiado del hotel. No importaba el rincón donde nos encontráramos, las vistas eran espectaculares. Su fundador pensaba que “si no se podían exportar los paisajes, entonces tendrían que importar a los turistas”. Terminamos el día con una cena en el Restaurante 1888, especializado en cortes de primera calidad. Dicen que “si no es carne de Alberta, no es carne”. Todo es hecho en casa. Una gran cena para terminar el día y probar cortes diferentes, como el bisonte.
8 de febrero 2017
Día 2: Nos reunimos en la mañana con el vicepresidente regional y gerente general del hotel, quien nos recibió en su oficina. La idea de este viaje fue viajar como lo hace un editor de revista, así que este era el momento para hacer las preguntas necesarias acerca del hotel y del destino. Después, nos reunimos con el Chef Ejecutivo, quien nos guió y explicó cómo funciona la cocina de un hotel, que además busca ofrecer las mejores experiencias culinarias. Todo viene de la comunidad. Ya sea que se cultive en casa o que se compre a granjas locales.
La siguiente actividad fue conocer el Ski Resort de Mt. Norquay, el favorito de los locales. Ubicado a solo 5 minutos del pueblo de Banff, ofrece terreno para todos los niveles. Para nuestra sorpresa, no íbamos a esquiar sino a hacer “snow tubing”. Nos subimos a una dona y nos aventamos hacia abajo como en una resbaladilla. Divertido pero no lo más sobresaliente del viaje. Después tomamos el “lift”, un paseo escénico de 10 minutos para subir 2090 metros hasta la “Silla grande” y disfrutar espectaculares vistas del Parque Nacional de Banff. El costo de ambas actividades por persona es de $60 dólares.
En la noche fuimos al restaurante Park Distillery, cocina inspirada en fogatas con bebidas espirituosas destiladas en casa. Probamos un poco de todo, entre lo que destacan: los dedos de cerdo con salsa de maple, whisky y tocino y las cáscaras de papa rellenas de BBQ brisket. Estábamos listos para descansar y emocionados porque en la mañana haríamos algo “muy canadiense”. Pescar en hielo.
9 de febrero 2017
Día 3: Después de desayunar, nos encontramos con “Big Jim” a las 9:00 de la mañana en el lobby del hotel. Un hombre de 49 años que se dedica desde hace más de 10 años a pescar, ya sea durante el verano como en el invierno. La primera parada fue en su oficina, donde nos proporcionó todo lo necesario para sobrevivir al frío. Desde botas hasta pantalones y chamarras que resisten temperaturas de hasta -40C. En la segunda parada compramos la licencia para pescar. Manejamos aproximadamente una hora hasta llegar a la Reserva de los Lagos de Spray. Este lugar sirvió como una de las locaciones para la película “El Renacido”. Hasta este momento, no teníamos idea de lo que nos esperaba. La aventura comenzó en la orilla de la carretera donde Big Jim se estacionó, nos dio lo necesario para estar protegidos del frío y guió el camino. La primera parte consiste en caminar aproximadamente 400 metros dentro del bosque. Ya hay un camino medio trazado, pues lo recorre con frecuencia, pero aun así debemos tener cuidado. Llegamos al lago congelado. Cabe mencionar que no se permiten vehículos motorizados sobre este, así que tuvimos que caminar. Las vistas eran impresionantes, todo estaba nevado y no había más seres humanos, más que nosotros cuatro. Nos sentimos en medio de la nada. Fue una sensación muy extraña, indescriptible. Seguimos caminando, unos 500 metros sobre el lago, hasta llegar a un cobertizo que se construye cada invierno. Era pequeño pero tenía todo lo necesario para pescar, cocinar y calentarnos. Podríamos haber pescado al aire libre pero estaba muy frío ya que estaba nevando, así que intentamos dentro del cobertizo que ya tiene un par de hoyos preparados.
La primera en intentar pescar fui yo. Hace muchos años que no lo hacía, así que no sabía qué esperar o si iba a ser muy difícil. Pero tuve “suerte”. Después de quizás 10 minutos sentí una “mordida” así que sin saber muy bien lo que hacía, empecé a jalar con miedo de ver qué iba a salir de ese pequeño hoyo sobre el hielo. Big Jime me decía “sin miedo, no va a salir un monstruo”. Finalmente, era una pequeña trucha. Jim nos enseñó cómo matarla. Estaba impresionada, emocionada, y feliz de haber sido la primera en cachar. Era momento de que Ernesto y Diego lo intentaran. Jim les preparó su lugar y les dio indicaciones. Pasaron como dos horas y si bien habían sentido mordidas y en algunas ocasiones habían atrapado, no lograron pescarlo. Jim mientras tanto estaba afuera del cobertizo preparando una tienda de campaña para intentar en otro sitio y así quizás tener más suerte. Los ánimos empezaron a bajar porque llevábamos ya un buen rato intentando y hasta ese momento solo tenemos un pescado. Nos empezamos a desesperar. Para motivarnos, Big Jim nos cocinó unas quesadillas. Aun nada más.
Estando yo sola en el cobertizo, Diego afuera en una tienda de campaña personal y Ernesto en otra con Big Jim, escuché gritos, era Ernesto quien había tenido suerte. Una trucha de muy buen tamaño. Diego seguía solo pero a los pocos minutos también tuvo suerte. Después de varias horas por fin conseguimos nuestros 3 pescados. Jim los cocinó. Pero antes de eso, nos enseñó cómo limpiarlo. Lo preparó con mantequilla, pimienta, limón y sal. Uno de estos estaba más “anaranjado” que los otros dos y era porque había comido camarones. Después de tanto esfuerzo, nos “supieron a gloria”. Eran ya las 5:30 de la tarde, así que nos apurarnos para llegar al coche antes de que oscureciera. Nos quedaban 900 metros de camino. Caminar en la nieve no fue sencillo, sobre todo por la profundidad que tenía, en algunos tramos la nieve me llegaba hasta las rodillas. Hicimos paradas para descansar hasta que por fin llegamos. Estábamos muy cansados pero felices y satisfechos por haber vivido esta experiencia. Big Jim nos dejó en el hotel aproximadamente a las 8:00 de la noche. Fue un increíble anfitrión, hizo todo lo necesario para que nosotros tuviéramos la mejor experiencia. No se conformó sino que hizo varios hoyos para que tuviéramos más oportunidades, sin duda, fue mucho trabajo para él. Esta experiencia tiene un costo aproximado de $800 dólares.
Estábamos cansados y que mejor pretexto para relajarnos en el spa, famoso por sus aguas de manantial. Parecía una idea muy loca, usar traje de baño al aire libre cuando se está a -20C pero lo intentamos y lo disfrutamos. Después de todo no es algo que se haga todos los días.
10 de febrero 2017
Día 4: Nos levantamos temprano para dirigirnos hacia el lago Louise, a 40 minutos de Banff, donde tuvimos algunas actividades programadas a través del hotel Fairmont Chateau Lake Louise. Nos quedamos admirados por las impresionantes vistas de esta propiedad. Este hotel a diferencia del Castillo de Banff está más pensado para hacer actividades en el exterior, tanto en el verano como en el invierno. El lago, de un color turquesa hermoso, estaba congelado así que una de las actividades fue patinar sobre él. A las 2 de la tarde tuvimos una cita para hacer “Snowshoeing”. Una actividad bastante interesante y divertida. Se trata de un tipo de calzado que te permite caminar sobre la nieve (aun si hay muchos centímetros de ésta debajo de tus pies), y que de otra forma sería imposible o muy difícil caminar. No solo la actividad sino también las vistas y estar en medio de la vida silvestre, fue increíble. Como anécdota, le pedí a nuestro guía que nos tomara un video, él me respondió que sí, siempre y cuando tomara un camino no trazado. Acepté el reto y en el primer paso que di, me hundí aproximadamente hasta el pecho porque di un paso cerca de un árbol donde no se había concentrado la nieve. Lo que demuestra que es tan real como estar en medio del bosque sin nada trazado. Valió la pena. Esta experiencia tiene un costo de $60 dólares por persona.
Después de este increíble recorrido, nos preparamos para hacer un paseo en trineo de perros. Se trata de los Husky de Alaska. Algunos de ellos han completado la carrera Iditarod (de mil millas) y otros han sido rescatados o adoptados. Un Husky de Alaska es técnicamente un perro mestizo, ya que no son reconocidos por ningún club como una raza establecida. Son flacos porque como cualquier atleta de alto rendimiento, estos perros no deben llevar ningún exceso de grasa corporal, ya que puede ser perjudicial para sus articulaciones, y también impide enormemente el rendimiento. Por condiciones de nieve, en lugar de hacer un paseo de una hora y media, hicimos uno de media hora. De cualquier forma, fue el tiempo suficiente para aprender sobre los perros y dicha tradición. Esta actividad tiene un costo de $95 dólares por persona en un trineo doble, $190 trineo individual.
Después de pasar tiempo con los perros, era tiempo de volver al Chateau Louise para comer en el restaurante del hotel, el Alpine Social, que está pensado para comer y beber después de un día largo en la montaña. Nuestro viaje estaba apunto de terminar. Era nuestra última noche y estábamos cansados pero muy asombrados y felices por estas experiencias.
11 de febrero de 2017
Día 5: Nos reunimos temprano para desayunar, teníamos un par de horas antes de tener que tomar el camino de hora y media hacia Calgary para tomar nuestro primer vuelo. Decidimos hacer un paseo en góndola, una de las principales atracciones en Banff. Se trata de un recorrido de 8 minutos, que eleva a uno hasta la cima de la Montaña del Sulfuro, con una elevación de 2,281 metros. Las vistas eran maravillosas pero el frío prácticamente insoportable. Las manos para tomar una foto se nos congelaban. Tuvimos la suerte de que era un día despejado, así que pudimos ver desde lejos el pueblo de Banff, así como las montañas rocosas repletas de nieve. El costo es de $50 dólares por persona.
Al terminar esta visita era hora de tomar la carretera hacia el aeropuerto de Calgary. Después de una hora de vuelo llegamos a Vancouver con una escala de 5 horas antes de nuestro próximo y último vuelo. Decidimos tomar el tren y hacer una rápida escapada que nos dio dos horas para disfrutar de la ciudad de noche. Vancouver nos dio la impresión de ser una ciudad con mucha vida y muchos jóvenes. Finalmente es hora de volver a casa. Sin duda es ya uno de los viajes más increíbles que he vivido. Gracias a Travel & Leisure, Club Premier, Ernesto y Diego.
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4.5