Los hombres Catsup y Mostaza

Si algo he aprendido al viajar es que, de primera impresión, sólo vemos las diferencias, comparamos todo con nuestro país y nos sorprendemos de lo que no tenemos. Pero conforme avanza el tiempo nos damos cuenta que lo único que nos hace diferentes es la fachada. Al final de cuentas todos somos seres humanos y los sentimientos son universales, nos enamoramos, nos enojamos, y nos divertimos. Sobre ésta última actividad me enfocaré.

En la isla de Hong Kong hay una calle llamada D’Aguilar, famosa por sus bares y su vida nocturna. No me pregunten cómo, pero una noche antes de mi regreso a México, me encontraba en medio de esta calle, rodeado de personas que parecían salidas de un comercial de Benneton. Festejando, platicando, gritando, bailando. No sé si tomar en la calle sea legal en Hong Kong (fumar no es permitido en ningún lugar público, incluyendo las calles), pero asumo que sí, pues todo mundo lo hace.

Entré a una tienda de conveniencia para comprar cerveza (la forma más barata de conseguirla) y me llené de orgullo encontrar no solo una, sino dos marcas mexicanas. Una vez con mi botella en mano, decidí hacer amigos. De repente un tipo de unos 26 años, británico, vestido con una botarga de Salsa Catsup, me empezó hablar en un inglés que apenas entendía entre su acento y su evidente borrachera. Comencé a descifrar lo que me intentaba preguntar. ¿Has visto una enorme botella de mostaza? ¿Así o mas surrealista? la Salsa Catsup, preguntando por su amigo la Mostaza. WOW!!!! Tipo la Jitomata preguntando por la Perejila.

Y entonces comenzó la búsqueda de la Mostaza gigante por toda la calle D’Aguilar, fuimos encontrando cómplices y ayudantes, no era necesario dar ninguna seña más particular que ¿me podrías ayudar a encontrar una enorme botella de mostaza caminante?. No sé si por el alcohol o la cantidad de gente, tardamos varios minutos en encontrarlo. Y allí estaba, la enorme Mostaza bailando entre tres guapas chicas orientales. Pero como la combinación de mostaza y sashimi nos resultó poco apetitosa, le aguamos la fiesta a mi querido bote amarillo. Yo me sentí como todo un auténtico héroe reencontrando a la Catsup con su íntimo la Mostaza, y me despedí de ellos satisfecho.

Fue entonces que me di cuenta, que los borrachos son (somos) iguales en TODO EL MUNDO. No hay diferencias. Y son esas similitudes las que nos permiten comunicarnos más allá de los acentos y los idiomas. Una sonrisa pone de buenas aquí y en China.

La Catsup y la Mostaza vivieron felices para siempre.