El Teatro Xola Julio Prieto volvió a encender sus luces rojas y ácidas con el regreso de Las Crónicas del Diablo: Cine de Oro Mexicano, nueva entrega de la serie teatral creada por Hugo Isaac Serrano Figueroa, quien además comparte la dirección con Diego Valadez. A diferencia de una recreación nostálgica, esta obra desmontó, con humor cáustico y verbo filoso, los mitos más amados —y más convenientes— del llamado Cine de Oro nacional.
El Diablo, ese cronista irreverente que el público ya adoptó desde Operación Pulque, volvió con gabardina, sombrero y una botella de tequila entre los dedos para fungir como testigo implacable de una industria forjada entre luces y sombras. Su tono burlón, su mirada corrosiva y su afición por revelar lo que nadie quiere recordar, sirvieron de hilo conductor en una noche que osciló entre la carcajada y la incomodidad.
Una sátira a lo mejor del Cine de Oro
Serrano Figueroa hiló la dramaturgia con inteligencia crítica, evitando los lugares comunes de la parodia fácil. Aquí no hay ídolos intocables: los nombres emblemáticos del cine nacional se entrecruzaron con el machismo, el racismo y el clientelismo político que también definieron esa era.
En ese sentido, la obra no solo se rió de los estereotipos del charro cantor o de la sufrida madre mexicana, sino que los desnudó frente a un espectador cómplice pero incómodo.
Un elenco divertido y único
El elenco, encabezado por Elías Toscano, Diego Llamazares y Pamela Cervantes, mostró solvencia actoral, tanto en el juego de máscaras como en el dinamismo de las escenas. Mención especial merece César Baqueiro, cuya energía desbordante en escena dio ritmo a una obra que no permite el descanso, ni para los personajes ni para el espectador.
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Entre transiciones rápidas, voces caricaturescas y guiños al melodrama fílmico, los actores tejieron un espectáculo coral que por momentos rozó el vodevil, pero sin caer jamás en la superficialidad.
Risas y un repaso histórico del país
Con una duración de 80 minutos, la puesta mantiene su ritmo sin flaquear. La escenografía sencilla, sostenida más por la actuación y la imaginación que por los objetos, permitió que la historia fluyera como un relato oral ácido, uno que nos arranca risas pero también nos obliga a cuestionar las verdades heredadas.
Las Crónicas del Diablo no se propuso hacer historia, sino desmontarla. Bajo la carcajada quedó el eco de un México que, mientras se embellecía en celuloide, dejaba fuera del encuadre sus contradicciones más profundas.
¿Dónde verla?
Funciones los miércoles a las 20:30 horas en el Teatro Xola Julio Prieto.
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