Bandita, en julio de 2022 visité por primera vez el país de la Pura Vida: Costa Rica y ¡me encantó! Aquí les comparto la crónica de mi viaje.
Día 1: Mucho gusto, Costa Rica
Llegamos al aeropuerto internacional de San José -la capital- y nos dirigimos rumbo al norte, al poblado de Naranjo. Era 25 de julio -fiesta nacional- así que nos detuvimos en el centro a dar una vuelta, antes de instalarnos en el lugar donde pasaríamos la noche -Chayote Lodge. La lluvia no cesaba, así que después de cenar nos fuimos a dormir a nuestras cabañas.
Día 2: Entre cafetales y embotellamientos
Al día siguiente tuvimos una clase de yoga, para conectar con la naturaleza y también con esas partes del cuerpo que uno normalmente no logra tocarse ¡Hasta me paré de cabeza! Jajaja. Probamos el típico desayuno tico -con su infaltable “gallo pinto” (arroz con frijoles)- y retomamos el camino hacia el sur para visitar una finca orgánica: Lecanto.
El lugar es maravilloso -lleno de vida, pura vida- con flores y frutos, vegetales y cafetales. Además de este tour, pueden también hacer un tour “pajarero” pero la lluvia nuevamente se encargó de darnos una pausa, y marcar puntualmente la hora del almuerzo.
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Finalmente ese día, retomamos la carretera, y lo que sería una ruta de 3 horas sobre la “Interamericana” se convirtió una letanía de varias horas -a paso de rueda. Al parecer un árbol colapsó y cayó sobre un automóvil, y eso a la vez provocó un derrumbe. Caótico.
Cuando por fin llegamos a nuestro nuevo destino, agotados por el viaje pero con el buen humor intacto, simplemente cenamos y nos fuimos a dormir al Hotel Heliconia. La oscuridad no nos permitió entrever los colores intensos de Monteverde; lo apreciaríamos hasta la mañana siguiente.
Día 3: La orquesta de la Naturaleza
Desayunamos temprano en el hotel y manejamos hasta Selvatura, una reserva privada que ofrece diferentes tours en contacto con la naturaleza.
Comenzamos con el tour de observación de fauna, caminando por un sendero en medio del bosque nuboso en busca de criaturas fantásticas. Pudimos observar mamíferos como monos cariblancos y pizotes, y algunas aves como pequeños colibríes garganta morada, una paloma tortolita rojiza y una Penelope.
La vegetación también es alucinante -verde en todas partes- y existen 8 puentes colgantes que sirven para pasar sobre ríos y poder admirar el paisaje desde la copa de los árboles. El tour dura 2 horas y cuesta unos 42 dólares por persona, pero ver animales tan bonitos y así de cerca, para mí es invaluable.
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Al terminar el tour, nos alistamos con el equipo necesario y montamos hasta la primera plataforma de canopy -o tirolesa. El circuito consta de 13 líneas, algunas cortas y otras que superan los 800 y mil metros. La mezcla entre velocidad, vértigo y vistas preciosas son el plan perfecto. El tour de 59 dólares también incluye el Tarzán Swing donde te avientan como piñata en un columpio. y por un costo extra los pueden aventar de Superman en la última línea; nosotros lo hicimos de la manera convencional.
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Al terminar el canopy, nos fuimos a comer cerca del pueblo, a Morphos, un restaurante muy bonito con árboles en su interior y comida reconfortante.
Más tarde volvimos al hotel a cambiarnos y nos fuimos a la Reserva Curicancha a un tour nocturno. La oscuridad fue nuestra aliada -la tormenta no tanto- pero pudimos observar con nuestras linternas y nuestro telescopio varias especies de animales en su hábitat natural: más colibríes ermitaños, serpientes lora y una culebra caracolera, insectos como una esperanza (tipo grillo) y zompopas (hormigas corta hojas) y aves, como un momoto y hasta un tucán pico iris -el más grande de la zona.
Nuestros guías eran expertos en biología, así que nos explicaban a detalle todo lo que se movía -y se escuchaba- a nuestro alrededor. El tour en grupo cuesta $25 dólares y $60 dólares el tour privado.
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Finalmente la lluvia arreció y tuvimos que resguardarnos al igual que el resto de los animales del bosque.
Día 4: El Río Cocodrilos
Un amanecer despejado en Monteverde nos permitió ver el Pacífico desde el hotel, y nos dio buenos augurios para ir en busca de una de las aves más hermosas del mundo: el Quetzal.
Llegamos la Reserva Curi-Cancha , y comenzamos a caminar observando las copas de los árboles. Pudimos ver un juvenil posarse sobre la punta de una rama con los colores aún apagados y tímidos, típicos de su “adolescencia”, un pájaro campana con sabios bigotes, y otro quetzal más, casi al final del recorrido.
Al terminar, abordamos la van y comenzamos nuestra odisea rumbo a un nuevo destino. Hicimos una parada estratégica en el Limonal, en Guanacaste — donde pudimos ver algunas guacamayas y finalmente logramos llegar a la Hacienda el Viejo (Wetlands) — para almorzar.
El lugar es mágico y aquí se pueden realizar diferentes actividades. Nosotros optamos por un paseo en el río para observación de fauna; logramos ver un pequeño cocodrilo americano, basiliscos -también llamado Jesucristos porque corren sobre el agua- iguanas abrazadas de las ramas y una paisana, la preciosa garza tigre, que emigra desde México hasta este sitio maravilloso. El tour dura un par de horas y cuesta alrededor de 36 dólares.
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Después de una hora navegando volvimos a tierra firme y tuvimos un tour de ron, donde aprendimos cómo se siembra y cosecha la caña, los procesos para obtener el jugo y la melaza, la destilación en alambique y el filtrado de aguardiente, y finalmente el añejamiento en barricas de roble y la degustación; por cierto pudimos hacer nuestro propio ensamble de ron y hasta con botella personalizada salimos de ahí.
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De vuelta a la camioneta, el atardecer nos acompañó por un buen tramo de carretera, y después de una hora, una noche estrellada nos dio la bienvenida en nuestro siguiente destino, a las faldas de un volcán.
Día 5: Aventuras en Buenavista
La jornada empezó muy temprano en La Hacienda Buenavista, en las faldas del volcán Rincón de la Vieja. Después de desayunar decidimos ir a caminar por los senderos del bosque tropical seco, bien alertas en todo momento para vislumbrar más vida salvaje.
Primero un momoto camuflado entre las hojas, una guatusa juguetona en el pasto, después el exoesqueleto de una chicharra -la orquesta de la naturaleza- y después al subir a los puentes colgantes que van de un árbol a otro, nos permitió ver diferentes tipos de monos, especialmente aulladores, moviéndose con gracia y equilibrio entre las ramas.
De paso a nuestra siguiente actividad, encontramos un Ficus enorme, y al parecer inspirados por los monos, mis amigos decidieron escalarlo.
Una vez abajo, nos pusimos el traje de baño y nos dirigimos a la sección del tobogán, una resbaladilla de más de 500 metros impulsada por la corriente natural de la montaña. La velocidad que agarras es impresionante, y es muy divertido lanzarse varias veces, hasta que el cuerpo aguante.
Después de almorzar abordamos un tractor que nos llevó -tras 20 minutos de camino- a las aguas termales “Cataratas de Pacaya”; algunos hicieron el ritual cosmético del lodo volcánico, y yo simplemente disfruté del agua calentita y sus propiedades terapéuticas.
Finalmente nos fuimos al mirador de la hacienda, y nos instalamos en la terraza a esperar el atardecer, que no defraudó, y nos quedamos ahí un buen rato hasta que anocheció.
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Día 6: Anécdotas Volcánicas
Nos despedimos de la Hacienda Buenavista del Rincón retomamos el camino carretero y nos dirigimos a nuestro destino volcánico: el Parque Nacional Rincón de la Vieja.
De inmediato logramos vislumbrar un mono cariblanco descansando en una rama, atravesamos un río, nos topamos con un Ficus de raíces extraordinarias y continuamos caminando siguiendo un sendero muy bien marcado.
El lugar es tan mágico y tan natural, que algunas señales indican la ruta de emergencia en caso de una súbita erupción volcánica.
Después de algunos minutos nos topamos con una caída de agua bellísima y más adelante notamos en el aire un tenue olor sulfuroso, que indicaba la presencia de los vapores volcánicos. Fue así que pudimos apreciar las primeras fumarolas, y más adelante un “volcancito” del que emanaba lodo burbujeante, y una laguna “fumarólica”.
El recorrido duró unas tres horas y cuesta 17 dólares. Después fuimos recompensados por una deliciosa comida en Don Patacón.
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Por ahí de las 4 pm llegamos a nuestra última parada Tamarindo y nos hospedamos en el hotel Wyndham, justo en la acrópolis de esta ciudad costera. La vista desde sus balcones es preciosa. Fue así que decidimos quedarnos a disfrutar de la alberca y luego del atardecer sobre el mar.
Ya en la noche salimos a cenar a “El Mercadito de Tamarindo” un espacio con una gran variedad de restaurantes locales e internacionales y terminamos la noche dándolo todo -primero en un bar- y luego en una enorme discoteca The Alley Tamarindo. Al otro día, con algo de resaca -nada que el mar no pueda curar- nos fuimos a la playa a surfear y después a almorzar nuevamente en El Mercadito.
Finalmente tomamos la carretera rumbo a la capital, y después de casi 5 horas logramos arribar a San José. Esta último noche nos hospedamos frente al hermoso Teatro Nacional y cenamos ahí mismo en el hotel.
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Así llegó a su final este viaje, amé Costa Rica, y prometo volver por más ¡Pura Vida!
Notas:
- Para moverse en Costa Rica les recomiendo rentar un auto y manejar; o también está la posibilidad de pagar un tour con chofer.
- Cuando visiten los parques nacionales o vayan en busca de fauna silvestre, siempre háganlo acompañados por un guía; tanto por seguridad como también para poder observar más fácilmente a los animales, y aprender sobre ellos. Yo les recomiendo a Keyler (@keylervd)
- En la mayoría de los lugares turísticos aceptan tarjetas, pero no está de más cargar algunos dólares o colones costarricenses.
- A finales de Julio las lluvias están a todo, así que carguen con un impermeable, y no se desanimen por las tormentas torrenciales.
- Los animales silvestres están para verse, no para tocarse.