Mauricio de la Garza
Instagram: maldemar
A veces olvido que la vida es un viaje de boleto redondo.
Con un vuelo de regreso sin horario ni fecha confirmada y aún así imposible de perder.
Con un pasaporte siempre vigente imposible de extraviar, imposible de destruir. Con un asiento asignado imposible de desasignar.
Con pantallas omnipresentes en el aeropuerto transmundano indicando como estatus de vuelo: “Hora y sala de abordaje indefinida, pero abordaje seguro”.
Cuánto quisiera ver en esas pantallas todos los vuelos cancelados, o al menos demorados por mal tiempo, tráfico o deficiencia de infraestructura.
Cuánto quisiera no tener asiento asignado en aquel vuelo de regreso. Aunque fuese en una cabina transpacífica privada con horas eternas de masaje incluidas.
PERO NO ES ASÍ
Mientras tanto, el viaje de todos los días de mi vida (o mejor dicho, la vida de todos los días de mi viaje) consiste en hacer corajes conmigo mismo por haber olvidado mi pasaporte, querer golpear los módulos de auto check-in por no querer imprimir mi pase de abordar, odiar a la aerolínea por cobrarme sobrepeso, detestar tenerme que quitar también los zapatos después de haber sido desapropiado de todas mis pertenencias en el control de seguridad, consumir toda mi itinerancia de datos por esperar vuelos demorados sin wi-fi gratuito, tolerar vuelos interminables en asientos no reclinables en medio de dos desfavorables compañeros de vuelo…
Entonces arribo a mi tantas-veces-suspirado destino, llenando mi ser de nuevas y gloriosas experiencias, presenciando lugares que me dejan sin aliento, recordándome a gritos la grandeza de estar vivo. Y es allí, sin querer cerrar mis ojos, sin querer dejar de ser, y abriendo sin control mi alma y mi corazón donde repito insaciablemente a mí mismo:
VIDA, VIDA, POR FAVOR NO TE ACABES
Viajeros, ¡ a viajar ¡
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