Por: Alejandra Manzanilla
“Nada grande se ha hecho en el mundo sin una gran pasión” – Friedrich Hegel
Siempre he pensado que estamos en esta vida para disfrutar, para reír, amar y vibrar, para ser felices, vivir amando lo que hagamos y haciendo lo que amemos, porque solamente tenemos esta única oportunidad para hacerlo. Sin embargo, creo que muchas personas piensan que su tiempo será eterno, viven todo el tiempo frustrados, encasillados en una vida de la que se sienten inconformes, creen que esa es la vida que les tocó vivir, y que no hay solución posible.
¡Hola!, me llamo Ale, tengo 25 años y soy mexicana. Mi historia comienza el día en el que me di cuenta que mi tiempo se agotaba, que no iba a estar aquí para siempre, que quería más, que quería vivir la vida que yo quería y no la que los demás querían, así que decidí hacer algo al respecto.
Estaba trabajando en una gran empresa internacional, y después de un año de trabajar ahí me di cuenta que me hacía falta algo, que mi alma me pedía a gritos explorar nuevos horizontes, y le hice caso. Así que tomé la decisión de renunciar al primer trabajo estable y con gran potencial de crecimiento que había tenido en la vida, porque me di cuenta que mi felicidad es mi responsabilidad, y que me debo a mi misma luchar todos los días por ella y por las cosas que verdaderamente deseo tener en la vida.
No era que mi trabajo no me gustara, simplemente comprendí que la vida es una, y que le debemos de decir SÍ a esas aventuras que hacen saltar a nuestro corazón, aunque por dentro podamos estar muriéndonos de miedo. Con un montón de emoción, mariposas en el estómago, temor, pero sobre todo ganas, renuncié a algo que no me acababa por satisfacer por completo, para ir por aquello que sí lo haría.
Decidí dejarlo todo y volar, irme. Alejarme de lo que no quería en la vida, de lo que me dañaba, de las críticas de los demás, de los paradigmas sociales de lo que “tenía” que hacer de mi vida. Dejé de esperar que las cosas sucedieran, y simplemente me aventé a luchar por mis pasiones, y no me arrepiento ni un segundo.
Un día compré un boleto de avión al otro lado del mundo, sin saber exactamente que iba a suceder, pero segura de que era una decisión que me iba a cambiar completamente la vida; y no me equivoqué en lo absoluto.
Viajé por el Sudeste Asiático dos meses, de mochilazo y completamente sola. Muchas personas me decían que estaba completamente loca por irme sola, que si no tenía algún amigo o novio que me acompañara, que si no me daba miedo o que dejara de hacer estupideces que no me iban a llevar a ningún lado y que me pusiera a trabajar.
Los paradigmas sociales en la vida son tantas veces los que no nos dejan avanzar o crecer; todas esas cosas que “debes” hacer porque así dice la sociedad que tiene que ser. Yo elegí no agradar a los demás, y simplemente ser yo a la única persona a la que tenía que satisfacer en mi vida.
Viajar sola fue una decisión que sí, no niego que no me dio temor, pero que me hizo descubrirme y reencontrarme conmigo misma como ninguna otra cosa había podido hacerlo. Mi panorama se abrió completamente al poder observar la grandeza del mundo, y lo pequeña que yo era en comparación, y eso me volvió más humilde y agradecida de las cosas que tenía en la vida.
Me volví más segura de mi misma, aprendí a amarme más, comprendí que los miedos en la vida están presentes para que podamos ser más grandes que ellos, y aprendí a conocerme de una manera magnífica. Hoy soy una mujer distinta, ese viaje me cambió de una manera brutal, y me hizo madurar muchísimo.
Pasar tanto tiempo contigo mismo es algo que enseña, te abre los ojos y el alma hacia nuevas oportunidades y posibilidades. Te haces más responsable de ti mismo, valoras tu propia compañía, y sobre todo comprendes que el verdadero valor de la vida radica en las cosas más sencillas.
Meterte a bañar en el mar más bonito que tus ojos hayan visto, encontrarte con un cielo lleno de estrellas, compartir una cerveza con un completo desconocido que te platica de la vida, mirar un atardecer que te robe varios suspiros o sentir ese fuego dentro de ti, esa pasión que inconscientemente te dice que estás parado en el lugar indicado, son cosas invaluables en la vida.
Viajar es aprender, crecer, comprender nuevas cosas, conocer personas, sabores, colores, y sensaciones que te hacen vibrar y emocionarte hasta las lágrimas, y eso es algo que te hace crecer muchísimo como persona. Viajar sola me enseñó tantas cosas, me hizo verdaderamente darme cuenta del sentido de la vida, de dejar de quejarnos, de luchar por lo que verdaderamente nos merecemos en esta vida, de ser una mejor mujer y de salir a perseguir mis sueños.
Te recomiendo muchísimo poder vivir esa experiencia por lo menos una vez en la vida, viajar enseña, pero cuando lo haces solo, algo se activa dentro de ti, que te cambia para siempre.
Hoy soy dueña de mi vida, y eso es uno de los mejores regalos que me pudo dar la vida. Después de volver de mi viaje, quise contar todas mis experiencias, todas las cosas que habían cambiado dentro de mí, y me atreví a abrir mi propio blog de viajes, a pesar de las críticas de los demás, y es algo que me ha dado tantas satisfacciones personales, que no lo cambiaría por nada. Te puedes dar una vuelta por www.descubreteviajando.com por si te interesa ver mi contenido y la manera en la que yo plasmo mi forma de vida.
Te invito a ser lo que desees en la vida, a saber que lo único seguro en la vida es que nos vamos a morir, y a luchar HOY por aquello que desees, por tus pasiones y tus sueños, porque nadie va a venir a hacerlo por ti. Que siempre tu alma sienta ese fuego, esa emoción por las cosas, que de eso se trata la vida, ¿no crees?
Gracias por leer. ¡Saludos, viajeros!
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