Por: Juan Carlos Linares
Cuando tenía 16 años, mi familia me dio la oportunidad de ir a “estudiar” fuera de México, concretamente a Colonia, Alemania por cinco meses.
Cuando llegué ahí, me sentía solo y con ganas de regresarme a mi país. La razón por la que me sentía así es porque tomé la decisión de irme a Alemania sin saber casi nada del idioma. Mi excusa era: “Ahí aprenderé hablar alemán, todo estará bien, en Alemania todos hablan inglés…”.
A la semana de estar viviendo en Alemania, sabía lo mucho que me había equivocado. A diferencia de otros adolescentes que se van de intercambio a través de la escuela en la que estudian, o bien, que buscan una escuela con intercambio, mi caso fue diferente.
Yo me fui a vivir con unos tíos, quienes me hicieron el enorme favor de meterme a una escuela alemana. El problema de esta escuela, es que era totalmente para alemanes, es decir, no estaba pensada para personas de intercambio. Es cierto que la escuela aceptaba a refugiados, a los cuales les daban un curso para aprender alemán para luego ser ingresado a las clases normales, pero en mi caso, no pude acudir a este curso, ya que yo ingresé como “visitante”. Es decir, prácticamente yo no contaba, no me calificaban y casi no me tomaban en cuenta.
Mi primer día en la escuela, tuve la gran fortuna de conocer a alguien que hablaba español, una de las personas que más quiero y que más admiro. Conocí a la persona que después se convertiría en una de mis mejores amistades. Gracias a él, logré hacerme amigo de muchas personas que venían de diferentes países. La mayoría de ellos, eran refugiados por diferentes razones, entre las cuales estaba lo mal que lo pasaban en su país. Sin embargo no nos entendíamos, ya que solo algunos de ellos hablaban alemán (y no precisamente muy bien que digamos) y otros ni inglés ni alemán.
Al principio fue muy difícil darme a entender pero gracias a que mi buen amigo Pierre me ayudaba a traducir, logré tener un poco de comunicación con ellos.
Pasó el tiempo y me empecé a desesperar, me empecé a sentir más solo. Nadie me entendía, al menos que Pierre estuviera conmigo para ayudarme. Las clases se me hacían muy difíciles, era frustrante, a pesar de que estaba haciendo un enorme esfuerzo por aprender el alemán. Al cabo de dos semanas, estaba decidido a regresar a México, la experiencia no estaba siendo nada agradable para mí y me sentía demasiado triste.
Un día, recapacité y pensé: “Carajo Juan, tienes una oportunidad que no muchos son afortunados de tener”. En ese momento me di cuenta que tenía que cambiar mi actitud. Entendí que la gente no va a cambiar por mí, que nadie se iba a poner hablar español para que yo me sintiera a gusto. Me dije a mismo: “Te jodes, tu familia hizo un esfuerzo para darte la oportunidad de vivir esta experiencia como para que la desperdicies así que tienes dos opciones: te quedas los cinco meses, triste, enojado y desaprovechando la oportunidad o te quedas disfrutando y valorando lo que tienes, cambias tu actitud y haces que este viaje sea inolvidable”.
Es ahí cuando decidí que tenía que hacer algo.
Empecé a viajar solo porque nadie podía viajar conmigo. Intenté animar a mis tíos para que me acompañaran y no lo logré. Mi amigo Pierre estaba muy ocupado con sus deberes de la escuela y mis otros amigos… bueno, no creí que fuera muy buena idea viajar con alguien con quien apenas puedo decir “hola”.
A partir de aquí, omitiré viajes que hice acompañado, ya que sólo quiero compartir los viajes que hice solo.
Mi primera experiencia fue ir a Bruhl, un jardín muy bonito que me quedaba aproximadamente hora y media de donde vivía. Al principio estaba muy nervioso, tenía miedo de tomar el metro equivocado o el bus equivocado. Y sí… ¡pasó lo que temía! Al intentar regresar a la casa estuve bastante tiempo perdido; además, no tenía ticket para el bus pues lo había gastado erróneamente en otro bus.
Tenía bastante miedo de que la policía me viera y me pusiera una multa de 60 euros. Hoy puedo decir que este primer viaje marcó el inicio de la mejor experiencia de mi vida.
Pasó el tiempo y empecé a mejorar mi alemán, ya por lo menos podía hacerme entender. Salía más con mis amigos y todo parecía ir bien.
Las vacaciones estaban a punto de llegar. Todos mis amigos iban a salir y muchos de ellos aprovechaban para ir a visitar a su familia a sus países. Yo no quería quedarme 2 semanas solo, sin hacer absolutamente nada y decidí que me iría a viajar para conocer otros lugares.
La idea de viajar solo, me ponía bastante nervioso, es más, tenía mucho miedo; pensaba en que me podía pasar algo, como perderme o que alguien me hiciera algo. Empecé a poner muchos pretextos, como que no sabía moverme por la ciudad o cosas así. Me armé de valor y empecé a buscar soluciones.
Decidí que como fuera, me iría a Irlanda.
No tenía mucho presupuesto así que busqué tarifas de avión y hotel económicas.
También tenía que ver cómo me iba a mover por Irlanda, ya que mi intención de ir a este país era conocer sus paisajes. La mayoría de la gente, opta por rentar un coche para hacer el recorrido pero en mi caso, esa opción no era posible pues no tenía edad ni experiencia para manejar.
Pasé una semana buscando y comparando precios hasta que por fin logré encontrar algo que se ajustara a mi presupuesto, incluyendo tours que partían de la ciudad de Dublín.
No les mentiré, viajar solo siendo menor de edad puede ser un poco complicado.
Días antes del viaje a Irlanda, por suerte se me ocurrió hablar al hostal en el que me iba a hospedar para preguntar si no había problema con que fuera menor de edad. ¡Pues si había problema! Por ley, en los hostales no se pueden quedar solos los menores de 18 años. En teoría, en los hoteles tampoco, pero ahí son más accesibles y no tuve ningún problema.
Llegó el gran día, mi primer viaje solo. ¡Qué nervios!
En general todo salió muy bien. Los cuatro días que pasé en Irlanda fueron totalmente increíbles; conocí a gente muy buena y ¡por fin! más gente que hablaba mi idioma, ya que tomé dos tours con una empresa que hablaba español.
En este viaje recapacité demasiado. Entendí que todo depende de nuestra actitud, de cómo enfrentamos las cosas y que nada vendrá volando a nuestras manos, que tenemos que subirnos los pantalones y salir a buscarlo.
Cuando estaba en el avión de regreso a Colonia, me quería poner a llorar y no precisamente de tristeza, si no ¡de felicidad!
Había tenido una de las mejores experiencias conmigo mismo.
Después de este viaje, ¡quería más!… quería seguir recorriendo la bella Europa.
Mi siguiente viaje solo, fue a España.
Una muy buena amiga de mi hermana tenía un departamento en Madrid y me invitó a pasar una semana con ella.
Cuando llegue a España, mi primer pensamiento fue: ¡Sí, POR FIN GENTE QUE HABLE MI MISMO IDIOMA!
La razón por la que quería conocer España era que mi familia está enamorada de este hermoso país y yo quería dejar de imaginar para ver.
Llegué directo a un evento que me interesaba en Madrid y en la noche, cuando llegué a la casa de mi amiga descubrí que tenía invitados. La mayoría eran españoles y otros portugueses. Esa noche la pasé increíble, tuve la suerte de conocer a personas con las cuales intercambié experiencias y fue muy divertido y ¡aún no salía a conocer las calles de Madrid!
Realmente tenía planeado quedarme solo 5 días, pero no quería irme de España sin conocer Toledo y Segovia así es que extendí mi viaje un poco más.
El día que me tenía que regresar, otra vez me llegaron las lágrimas; me la había pasado increíble.
En el avión de regreso, solo pensaba en lo bien que me hizo sentir la gente de España, de verdad una experiencia única. Me di cuenta de que lo más bonito de un país, es su gente.
Mi siguiente viaje fue una semana por Italia.
Cuando era pequeño, mis papás se fueron de viaje a Italia; me contaron cómo era y yo sólo me imaginaba como sería. De verdad que era una de mis metas conocer este país del que tanto hablaban.
El viaje estuvo increíble; estuve por Roma, Pisa, Venecia, Verona y Florencia.
Jamás pensé que me sorprendería por el arte; antes yo era una persona de mente cerrada y no me interesaba en lo más mínimo. Hasta que llegue a Italia.
Mi primer día en Roma estuvo muy bien, conocí el Coliseo y un poco de la ciudad.
Todo iba muy bien hasta que al caer la noche, quise regresar a mi hotel pero me quedé sin batería en el teléfono. El hotel en el que estaba hospedado no estaba ubicado en una zona céntrica y sin conocer la ciudad, era complicado llegar.
Al no tener batería, no podía usar Google Maps para llegar fácilmente. No sabía que bus tenía que tomar. Estaba totalmente perdido. Pasaba el tiempo y se hacía de noche. Me entró una angustia terrible, no tenía ni idea de qué hacer. Entre a la estación de autobuses y empecé a buscar a la gente que trabajaba ahí para que me ayudara, pero nadie me pudo ayudar; los trabajadores no tenían ni idea de dónde quedaba el hotel.
Se hacía más noche y yo seguía sin saber qué hacer. Opté por preguntarle a cualquier persona si me podía ayudar prestándome su celular para usar Google Maps y poder ubicarme. Así pasó una hora pero todos se asustaban porque pensaban que les iba a robar.
Ya era muy noche y yo seguía perdido. En medio de mi desesperación, una persona de origen africano se acercó para ver que me pasaba. Yo le intenté decir lo que necesitaba, pero al ver que estaba perdido se aprovechó de ello. Me dijo que sabía que bus debía tomar, que subiera las escaleras que estaban a lado de la estación para tomar abordarlo.
Era mentira; cuando me di la vuelta, tenía una especie de cuchillo apuntando en mi espalda. La persona intentó hacerme señas de que quería dinero, le abrí mi cartera y me quitó los 40 euros que traía.
Fue una de las peores experiencias que he vivido. ¿Es irónico no? Vengo de un país donde lo más común es que te asalten en cualquier lugar y la primera vez que me pasa esto, es en un país en el que pensaba que no pasaban estas cosas.
Esta fue la lección que me llevé: “En cualquier país existe la violencia, en cualquiera”.
Después de lo sucedido, estuve otra media hora buscando quien me pudiera prestar su celular para revisar el mapa. Ya estaba a punto de explotar, no entendía porque nadie me quería ayudar.
Al final encontré a alguien que me ayudara, un viajero, que, como yo, estaba viajando solo. Le conté lo que me había pasado, me llevó con la policía para reportar el robo y conseguimos averiguar cómo llegar al hotel.
Cuando llegué a mi hotel, me sentía enojado, muy enojado, pero no iba a permitir que por esta experiencia se me quitaran las ganas de seguir viajando solo. Y sí, son cosas que nos pueden pasar en cualquier parte del mundo, además es uno de los riesgos de viajar solo, pero creo que en esta vida tenemos que afrontarlos.
Siguiendo con mi experiencia por Italia, tuve otra lección.
Yo me crié en una familia católica. Conforme crecía empecé a rechazar a la Iglesia pues tenía ideas muy cerradas y equivocadas.
En Italia, me metí a cada Iglesia que veía. ¡Me parecían increíbles! En cualquiera que te pares. Es más, si pudiera dedicar tres días sólo para entrar a las Iglesias de Italia, por supuesto que lo haría. El punto es, que Italia me enseñó el porqué de la existencia de la religión y lo muy equivocado que estaba respecto a lo que pensaba, aunque quiero aclarar que al día de hoy, sigo siendo Agnóstico.
La enseñanza más grande que me dio Italia, la describiría con esta frase: ” Nadie adquiere una visión amplia, saludable y generosa si se queda en una esquina de la tierra toda su vida”.
Por último, regresando de Italia, me fui tres días a Berlín.
Estando en Berlín, visité un campo de concentración. Fue una experiencia que me hizo recapacitar mucho sobre los errores que cometió Alemania en el pasado y pensé mucho sobre la actualidad. Aunque es un tema complejo, no llegué a una conclusión pero aprendí mucho de la cultura alemana.
Viajar solo es una de las mejores experiencias que he tenido. He aprendido bastantes cosas, muchas lecciones de vida que no podría aprender en otra parte. Me conocí un poco más y descubrí lo bien que me lo paso conmigo mismo. Aprendí lo muy equivocado que estaba sobre la vida y qué bueno que lo supe desde esa edad.
Quiero recomendarles a todas las personas, sobre todo a los menores de edad: ¡VIAJEN!
No es necesario esperar a tener la mayoría de edad para viajar. Sé que es complicado porque a esta edad aún dependemos de nuestros papás y probablemente el dinero venga de ellos, pero por favor, los quiero invitar a que intenten ahorrar, como sea, porque sí se puede.
Muchas veces pensamos que por tener la edad que tenemos, no podemos visitar ese lugar que nos encantaría. Sé que puede dar miedo o que sus padres no les darán permiso. En ese caso, quiero que hablen con ellos, inténtelos convencer.
Si eres un padre el que está leyendo esto, se los digo a través de mi experiencia, nada te abre más los ojos que viajar. ¡Respirar aire puro!
¡Viajen! ¡Viajen solos! ¡Viajen con amigos! como sea pero ¡Viajen!
Vida sólo hay una; mientras más esperen, más obstáculos encontrarán.
Aprovechen que son jóvenes para adquirir más conocimientos de la vida a través de estas experiencias.
¡Espero que a través de mi experiencia los haya podido ayudar y motivar para que viajen!
Quiero agradecer a todas las personas que me ayudaron a hacer esta experiencia, una experiencia de vida única e inolvidable.