Autor: Horacio Cabrera
La primera vez que viajé al extranjero completamente solo fue a Portugal, en especifico a Lisboa. Debo reconocer que estaba un poco nervioso, pero las ganas que tenía por ver lugares como la Plaza del Comercio y la Torre de Belém, me llevaron a aventurarme.
A pesar de ser una ciudad muy vieja (se estima que fue fundada por los fenicios alrededor del año 260 AC), buena parte del casco antiguo de la capital portuguesa, fue reconstruido después de 1755, año en que un terremoto y un subsecuente tsunami destruyeron gran parte de la cuidad, por lo que el barrio Baixa Pombalina, tiene un trazo rectangular y edificios con cierta uniformidad. Y justo en este barrio es donde se encuentra uno de los lugares que me llevaron a hacer este viaje: La Plaza del Comercio.
la Plaza del Comercio (también conocida en portugués como Terreiro do Paço) se encuentra donde alguna vez estuvo el Palacio Real (destruido por el terremoto), al lado del estuario del Río Tajo, esta plaza es casi tan grande como el Zócalo en la ciudad de México, flanqueada en tres de sus lados por edificios, pero en su extremo sur esta abierta al Tajo; en el centro de la plaza se encuentra la estatua ecuestre del rey José I, en el extremo norte está el arco del triunfo de la Rua Augusta, el cual sirve de entrada a la ciudad, créanme es una plaza verdaderamente bella.
Un vez que pasas por el arco triunfal, te encuentras en la Rua Augusta el eje transversal de Baixa Pombalina, donde andando por la calles puedes encontrar los característicos tranvías amarillos, un elevador construido por Gustav Eiffel, que dicho sea de paso, sirve de mirador y te conecta con el Barrio Alto, donde puedes encontrar restaurantes y bares; y la plaza Dom Pedro I donde esta el teatro nacional.
Tomando un tren hacia el occidente llegas a Santa María de Belém (alrededor de15 minutos), en el trayecto se puede ver el puente Vasco da Gama, un puente que les recordara el Golden Gate de San Francisco.
Una vez en Belém, se encontraran primero con el Monasterio de los Jerónimos, un espectacular templo gótico. Justo enfrente está la Plaza del Imperio, donde con sólo levantar la mirada verán el Monumento a los Descubrimientos, una carabela estilizada de 7 pisos de alto que contiene 33 esculturas de los próceres que contribuyeron a la expansión de Portugal. Y es justo en este lugar donde a lo distancia se aprecia lo que pareciera ser una barcaza blanca de piedra en la orilla del río, pero que no es otra cosa que la Torre de Belém, construida en la boca del estuario del Tajo con el propósito de defender la entrada marítima de la ciudad.
Obviamente Lisboa ofrece muchas mas cosas, pero en mi opinión estos son los lugares que si algún día tienen la oportunidad de visitar la ciudad, no deben pasar por alto.
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