Desde junio de 2016, se instauró una colaboración anual entre Alemania y México; una fraternidad de 360 grados que incluyó un intercambio cultural, artístico, político, económico, tecnológico y científico.
El año de Alemania en México ha traído consigo (y lo hará hasta junio 2017) exposiciones, conciertos, simposios, talleres y diversas colaboraciones a nuestro país; y lo mismo está ocurriendo en el país teutón, con una “invasión” mexicana en varios aspectos de su esfera social.
Una de las representaciones artísticas más significativos es la exposición del pintor alemán Otto Dix en el Museo Nacional de Arte (MUNAL), considerado uno de los artistas más trascendentales del siglo XX. La expo se encuentra en su última semana, antes de que sus impresionantes obras regresen a Europa.
“Violencia y Pasión” es un nombre atinadísimo para esta muestra que describe los dos valores a la base de su obra: la violencia encarnada y terrible de dos guerras mundiales; y la pasión de la sexualidad en sus diferentes matices, desde la crudeza de la prostitución (prostitutas jóvenes y ancianas) y explícitos crímenes sexuales,hasta el amor absoluto por su esposa Marta Dix.
Durante su vida pasó de ser un digno representante del realismo crítico al final de la primera guerra mundial, a ser difamado y tachado de artista degenerado durante el régimen nacionalsocialista de los nazis; para finalmente ser un conciliador artístico de la paz en la postguerra. Pero ni la fama ni la persecución pudieron impedir que se convirtiera en unos de los mayores cronistas de la realidad contemporánea.
Antes de la primera guerra mundial, su estilo fue claramente influenciado por el post impresionismo de Vincent Van Gogh, y existía ya un convivencia del amor y la muerte en sus obras. Artista Ateo, creía que la biblia, más que un asunto religioso, era un libro universal que hablaba sobre la humanidad; Dix de hecho, incluyó en gran parte de su obra varios referentes a la iconografía cristiana.
Su obra era un espejo y una crónica de la realidad. Década tras década fue demostrando su versatilidad de estilos: cubismo, realismo, futurismo, dadaísmo, neo expresionismo y demás.
Sus retratos no son una representación fiel naturalista, sino más bien perfiles que cuentan la vida y la personalidad de las personas retratadas. Le gustaba exagerar los rasgos físicos, para de cierta manera, mostrar en el exterior lo que sucedía en el interior de todos esos personajes. Por eso muchos de sus modelos vivían enfadados con él, porque recurría a lo grotesco, como la forma más real de expresar lo que él observaba, “la esencia integral del individuo”: su familia (esposa e hijos), compañeros, amigos, desconocidos, personalidades artísticas e intelectuales.
Al final de la segunda guerra Mundial, Dix representó, en forma de un expresionismo tardío, las consecuencias de la postguerra. Con su cuadro “Cristo como prisionero de guerra” describe a la humanidad como un rehén entre el capitalismo y la religión. Desilusionado, Dix se despide de la exposición, y de su vida, con un cuadro abrazando a su nieta, donde por fin se le ve feliz, sonriente, quizá olvidándose de la realidad que lo rodeaba, y finalmente concentrándose más en su felicidad personal.
Esta es la última semana de Otto Dix en el Munal, así que jueves, sábado y domingo el museo permanecerá hasta las 8pm. ¡No se pierdan esta magnífica exposición!
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