Por: Vicente Padilla
Hace unos meses salí de mi casa a mis 18 años, unos días antes de navidad, era tanta la emoción de conocer otros países y estudiar en otro continente que nunca sentí tristeza, pero llegó el 25 de diciembre, donde supondría la celebración navideña tomaría lugar, al vivir con una familia irlandesa, conocí otra cultura y tradiciones totalmente distintas y aprendí que las mejores fiestas son, orgullosamente, las mexicanas.
Tuve la oportunidad de asistir y probar el verdadero Vodka en Rusia y que mejor que en una gran fiesta, el Mundial, asistir al partido de México vs Alemania fue la mejor emoción que pude sentir y eso que “no me gusta el fútbol”, y peor aún siendo, nieto de una leyenda mundialista mexicana, por cierto me hice famoso cuando un alemán enojado tras nuestro triunfo me refrescó la garganta con, afortunadamente, cerveza al lanzarme un vaso a la cara.
Conocí Dubái , desde lo más bajo hasta lo más posh y caro, la atención de los colaboradores en este desierto me sorprendió así como sus altos edificios, de Dubái volé a Turquía, donde probé un elote tatemado “si ,como los de la Alameda de la Ciudad de México”, conocer otra cultura y haber compartido palco en una mezquita con los principales gobernantes de este país.
En Roma pude conocer el Vaticano y la auténtica pizza, en Barcelona probar la paella pero lo más rico que probé fue un jugo de pitahaya en un mercado turístico.
En Liverpool creía que la historia de los Beatles sería el gran atractivo turístico, pero no fue así, lo que sí me sorprendió es la Caverna donde la agrupación de los Beatles surgió, no tiene cover alguno ni consumo, por lo que te recomiendo visitarlo
En París celebré mi cumpleaños junto a la Torre Eiffel y de Escocía no podía irme sin probarme el auténtico traje escocés.
Sin duda el haber viajado tantos meses por tantos países me ha dejado impactado con las diferencias culturales, económicas y de hospitalidad.