Por: Irma y Pedro
Bien dicen que existen viajeros que nacen y otros que se hacen, pero creo que nuestra historia viajera es una combinación de las dos.
Antes de darle a nuestra vida un giro de 180 grados ya la deseábamos desde mucho antes.
Somos Irma y Pedro, nos conocimos a los 16 años y tuvimos un bonito noviazgo lleno de sueños conjuntos, queríamos desarrollarnos como profesionales pero sobretodo soñábamos con viajar por todo el mundo como nuestra forma de vida, como dicen por allí; el viaje empieza con un sueño.
Intentamos de todo para vivir en otro país aunque fuera solo por una temporada.
Cuando estábamos en la licenciatura intentamos irnos de intercambio, irnos por nuestros medios o conseguir una beca, pero por una u otra razón no lo lográbamos. Sin embargo no nos desanimamos y cuando teníamos la oportunidad de viajar por nuestro bonito país México, lo hacíamos con singular alegría.
Tuvimos la oportunidad de ir a la capital del país, a la Huasteca Potosina, nos paseamos por Veracruz, Colima, Chihuahua, Guadalajara, Puerto Vallarta, Oaxaca, Puebla, Michoacán; cada una fue una experiencia increíble y la verdad es que necesitaríamos dos vidas para terminar de recorrer toda la República, pero nuestro más grande sueño seguía sin cumplirse: atravesar la frontera para conocer otros países y vivir en ese lugar.
Llegó ese día en el que decidimos casarnos, poco a poco dejamos de lado nuestro plan de recorrer el mundo y creo que fue una época muy bonita porque nos estábamos acoplando a la nueva vida de esposos; compramos carros, todo lo necesario para nuestro “nuevo hogar”, casa, electrodomésticos y todo el paquete se pagaba con nuestros trabajos de oficina.
Sin embargo, nos olvidamos de nuestro plan inicial, nos vimos envueltos en la vida “Godínez” y no nos dábamos cuenta que llegamos a estar atrapados en la monotonía.
Un buen día, aprovechamos que teníamos los mismos días de asueto en ambos trabajos y nos decidimos por viajar a Londres, Escocia e Irlanda. Pedro y yo lo planeamos con meses de anticipación y estábamos muy emocionados con nuestras expectativas al tope.
La sorpresa fue que, al viajar a estos destinos, nos dimos cuenta que mucha gente ya estaba viviendo la experiencia de residir en un país diferente al suyo, demostrándonos que sí era posible.
El punto de inflexión durante el viaje llegó cuando en Irlanda, decidimos entrar a un bar que venía dentro del recorrido turístico que nos trazamos llamado “Temple Bar” en la ciudad de Dublín. Cruzamos las puertas, el clima artificial, la calidez de la gente y el buen ambiente nos refugiaba del frío de la calle.
Tomamos una mesa y pedimos unas cervezas stout Guinness, estábamos atentos a todo lo que pasaba a nuestro alrededor; una de las cosas que más nos gustan cuando viajamos es escuchar los diferentes acentos, lenguajes y costumbres de los locales.
Esta vez era diferente: escuchábamos inglés, francés, italiano, portugués y de repente, en la mesa de a lado logramos captar algunas palabras en español. Pedro se dio la vuelta y al grito de: ¿¡A poco son de México!? Juntamos las mesas y comenzamos a platicar con nuestros nuevos amigos.
Nos enteramos que venían de Guadalajara, que no eran turistas, que de hecho llevaban viviendo allí un año y que tenían la idea de quedarse más tiempo en la Isla Esmeralda.
Ese fue el momento.
Después de esa conversación nada volvió a ser igual. Fue como si algo que estaba dormido dentro de nosotros se hubiera despertado, algo que habíamos olvidado y que regresaba con toda su fuerza.
Regresamos a México, Pedro me miraba como queriendo decir algo que no se atrevía a decir. Yo sabía lo que pensaba, lo que quería decir, pero no nos atrevíamos.
Seguimos trabajando en nuestras respectivas profesiones, pero cada vez perdía más su encanto, cada día era más difícil y monótono que el día anterior.
Al final, pasó lo que tenía que pasar. No recuerdo quién lo dijo primero o cuando, pero cuando nos dimos cuenta, ya habíamos vendido todos los bienes materiales que teníamos, dejamos nuestros trabajos, familia y amigos y teníamos en las manos dos boletos de solo ida con destino a Dublín para estudiar inglés.
Por fin lo habíamos logrado, por fin vivíamos en un lugar diferente para nosotros, y no fue para nada como no lo habíamos imaginado… ¡Era un millón de veces mejor!, claro que valió la pena dejarlo todo para vivir esta hermosa experiencia.
Conocimos gente increíble, trabajamos en un bar en la ciudad más cosmopolita de Irlanda; Dublín nos regaló amigos de Brasil, de Irlanda, de México, de Grecia, de Croacia, de Polonia, viajamos por Francia, Alemania, Holanda, Croacia, Polonia, Italia, España, República Checa, Hungría… ¡Ah! Y también mejoramos un poco nuestro inglés.
Seguimos viviendo este sueño que no queremos que se acabe. Todavía no podemos vivir de viajar, hemos empezado un canal de YouTube (irmaypedro muuchxiimbal), un blog (www.irmaypedro.epizy.com) sobre nuestras experiencias de viaje, y si algo hemos aprendido de esta aventura es que los sueños se hacen realidad.