Aún recuerdo cuando viajar significaba desconectarse. Aislarse por un momento, días o semanas para estar con uno mismo de manera forzada o voluntaria. Hoy en día la obsesión del ser humano por mantenernos conectados convierte esos momentos en casi recuerdos.
Hace poco vi un reportaje del New York Times sobre la tecnología de entretenimiento en los vuelos comerciales. Cada vez más las aerolíneas apuestan por mejorar la experiencia de vuelo. No lo voy a negar, es genial poder ver películas a tu elección en un vuelo a Europa que además puedes pausar, adelantar y cambiar el idioma a tu antojo. Ahora también se puede jugar videojuegos, chatear entre asientos y hasta conectarse a internet.
Es fabuloso que toda esta tecnología pueda ayudarnos a sentir un poco más breve un vuelo de 14 horas. Pero también hay otro lado. No todos viajan por placer y hay una enorme cantidad de pasajeros en los aviones cuya razón son los negocios. Para muchos de ellos, los aviones y su “aislamiento” representan (aban) un preciado momento de desconexión. Durante el vuelo no hay forma de que el jefe te llame, te mande correos o mensajes. Estás en el aire y por ahora la vida se suspende en el trayecto.
Durante el tiempo de vuelo puedes hacer un montón de cosas que nuestra costumbre de pasar nuestra vida con un pantalla enfrente nos ha hecho olvidar. Leer un libro de papel, de papel! Platicar con tu compañero de asiento, meditar, pensar, dormir, relajarte, desconectarte, ver el cielo, el cielo!.
Yo personalmente encuentro en los trayectos de avión momentos extremadamente productivos donde he recuperado la lectura, he compuesto canciones, escrito muchos artículos y filosofado sobre la vida.
Ahora que el internet amenaza con llegar cada vez más fuerte y rápido a las cabinas aéreas, es posible que esto también se pierda. Estaremos conectados día y noche, en cielo y tierra. Ahora podrás recibir un mail a diez mil metros de altura y seguirás trabajando. Tu jefe podrá darte lata mientras te trasladas a alguna ciudad y podrás tener peleas por whats app con tu pareja.
También es verdad que el hecho de poder estar conectados durante un vuelo puede ayudar a la productividad, pero no tengamos miedo a descontarnos!. Cada vez será más difícil buscar lugares o momentos donde de verdad tengamos que desenchufarnos de la “realidad” y conectarnos a nosotros mismos.
No estoy diciendo que estoy en contra de la conectividad, pero ese lado adictivo de la tecnología me asusta pensando en el futuro. Si bien nuestra vida social se ha visto afectada gracias a los teléfonos inteligentes, no quiero pensar que pueda pasar cuando no haya rincón en la tierra (o en el cielo) donde no pueda llegar un mensaje de texto.
Ya escribí un articulo sobre viajar antes de los smartphones. Ojalá no llegue ese día donde estar conectado signifique todo menos estar presente.
Por eso digo que ojalá el WiFi en los aviones no sea gratis, para que por lo menos el precio por desconectarnos de la vida real vaya más allá del personal que de por sí ya es bastante alto y nos haga pensarlo dos veces.
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