Por: Alberto Barquet
Un mar transparente, una playa larguísima con textura suave, un servicio impecable y una locación increíblemente romántica, fue lo que encontramos al casarnos en Landaa Giraavaru.
A finales del 2017, mi (entonces) novia, vio un video de una pareja celebrando su boda en un pabellón sobre el agua en una isla del lejano país Maldivas y mencionó que “estaría muy lindo celebrar ahí” y ¿qué puede hacer un hombre ante una “sugerencia” como esa?… ¡exacto!, hacer que suceda, así que un año después (Noviembre de 2018)… sucedió.
Llegar a Maldivas no es nada sencillo, nuestro trayecto fue largo (México – Los Ángeles – Seúl – Singapur – Malé) y como ya estábamos en ese continente, decidimos completar el viaje visitando la India y Tailandia para regresar a México por la misma vía (Singapur – Seúl – Los Ángeles). Y ahora, imagínalo cargando (y cuidando) un vestido de novia (y mi traje).
Cabe mencionar que visitar el aeropuerto de Singapur es una experiencia única. Es un aeropuerto en el que no te molesta que tu escala sea larga, al contrario, lo agradeces. hay muchísimo por hacer.
Maldivas es un país compuesto por un archipiélago, islas, unas públicas (donde vive la gente local) y otras privadas, que pertenecen a los resorts, y al ser un país musulmán, el acceso de bebidas alcohólicas NO está permitido, nosotros llevábamos una botella de tequila para un amigo en la India, y amablemente nos la retuvieron, pero no pasa nada, ya que una vez que dejas el país te la devuelven en perfecto estado.
La llegada al aeropuerto Velana es tranquila, no hay gran movimiento como sucedería en otras ciudades, y con 4 escritorios para el trámite migratorio es suficiente.
Los mexicanos necesitamos visa para entrar, pero ésta se tramita al llegar.
Una vez que pasamos nos esperaba ya un representante de Four Seasons Maldives, quien nos llevó a un pequeño lounge donde podíamos descansar, refrescarnos, tomar alguna bebida o comer algo mientras él tramitaba y coordinaba el traslado en hidroplano, el cual nos llevaría a la isla de Landaa Giraavaru. Desde este momento, lo único que debes hacer es dejar de preocuparte por cualquier cosa, ellos se encargaron del equipaje y unos 45 minutos después, estábamos listos para abordar.
El vuelo en hidroplano (debo decirlo) no es tan placentero o glamouroso como yo imaginaba, como todo avión, nos dan una guía de seguridad y despegamos; es muy ruidoso y la turbulencia vaya que sí se siente, pero las vistas desde el cielo son hermosas, empiezas a ver las diferentes islas con esas habitaciones sobre el agua, una más aquí, otra más allá, es en verdad la vista más maravillosa que se puede tener desde el cielo. Cuesta creer que estamos tan lejos de casa y en tan hermoso lugar, hasta se nos ha olvidado el cansancio de un viaje tan largo.
El acuatizaje es increíblemente suave, podría decir que no lo sentí y al descender ya nos esperaba un pequeño bote que nos llevaría al muelle del Four Seasons Maldives en el cual se encontraba anclado un yate tan imponente como elegante.
Una pequeña plática sobre el funcionamiento del hotel que se puede resumir en: Haz todo lo que quieras, casi todas las actividades están incluidas, no así las comidas (solo el desayuno) ni las bebidas. A las 5pm nos reuniríamos con Rasheed, nuestro wedding planner y el fotógrafo, pero mientras, a disfrutar y conocer el hotel.
Un carrito de golf nos llevó a nuestra habitación donde ya nos esperaban 2 bicicletas con nuestras iniciales al frente que podíamos usar para recorrer la isla. Y al abrir la puerta de la habitación… un sueño. Una sala enorme con una botella de champagne y una canasta de fruta que te invitaba a devorarla. La cama era grandísima, el baño ¿qué decir de él? una regadera exterior y una interna, una tina enorme donde el romance puede explotar sin mesura. Afuera, una pequeña piscina privada con una escalinata que comunica al mar, y un tapanco donde puede uno fácilmente dormir mientras te arrulla el sonido del mar. No queríamos irnos nunca.
La reunión con Rasheed en el Blu Sunset Bar, fue corta pero concisa, nos dio el itinerario del día siguiente y nos recordó que ante cualquier inquietud no dudáramos en contactarlo.
Ese día cenamos en el restaurante mediterráneo Al Barakat, un sazón riquísimo, mis antepasados libaneses hubieran aplaudido este taboulleh. Regresamos a nuestra habitación, pues aunque estábamos extasiados, también estábamos muy cansados por el largo viaje y al día siguiente, era nuestra boda.
La ceremonia sería por la tarde, por lo que teníamos mucho tiempo libre y decidimos aprovecharlo al máximo. Muy temprano nos despertó el sonido del mar, la vista era increíble, tomamos nuestras bicicletas y fuimos al restaurant Café Landaa, el buffet de desayuno era impresionante, delicioso y llenador.
Después fuimos hacia el Marine Discovery Center donde tienen un programa de rescate de tortugas muy interesante, así como uno de rehabilitación de corales muy educativo, de hecho, al contratar tu paquete de boda, tienes derecho a un marco de coral que será depositado en el mar para promover el crecimiento de éstos, es una experiencia única.
Luego fuimos a la playa, elegimos uno de los muchos camastros que hay, aquí no necesitas recordar traer el protector solar, el staff te proporcionará uno, así como una bolsa de playa y toda el agua que requieras para hidratarte bien.
Caminar sobre esa arena blanca sobre una superficie que se va alargando y adelgazando al punto en que se tienen olas a ambos lados es un momento que no se puede describir. El mar toma tonalidades de azul que no conocía y la temperatura del mar es perfecta. Es en verdad un paraíso.
Aprovechamos para hacer un poco de snorkel, hay muchísimos peces tropicales que no se van cuando tú te acercas, qué fácil es acostumbrarse a esta tranquilidad.
Ahora había que ir a la habitación, nos habían preparado la tina con burbujas y flores; el romanticismo que te evoca este lugar es indescriptible.
Se acercaba la hora en que ella se iría al spa, donde se encontraría con el estilista que la peinaría y maquillaría; mientras nosotros descubríamos los placeres de la playa de Landaa Giraavaru, ellos han venido por el vestido, lo han alistado para que todo esté perfecto a la hora acordada. Mi traje también está listo en el guardarropa.
Una vez listo, vinieron por mí en el carrito de golf, ahora adornado, y me llevaron para reunirnos. Ella llegó y me tocó el hombro, el tiempo se detuvo cuando la vi, y me di cuenta que estaba más enamorado que nunca. Tomamos unas cuantas fotos y nos dirigimos al muelle donde ya nos espera una barca Dhoni que nos llevaría al pabellón sobre el agua.
Todo era como lo imaginamos, el piso de cristal nos hacía sentir en verdad sobre el agua, la ceremonia fue muy emotiva, intercambiamos anillos, votos, comimos pastel y ¡estábamos casados! La música tradicional acompañó el momento y nos tomamos un minuto para agradecer a quienes desde México pudieron ver nuestra boda (vía streaming).
Era momento de regresar a la isla, tomaríamos unas cuantas fotos más, después a la habitación un momento y nuevamente a la playa a disfrutar de nuestra cena (deliciosa por cierto). Nuestro día terminó bajo las estrellas del cielo de Maldivas, con el romper de las olas de fondo y una nueva vida en pareja por delante.
Al día siguiente, despertamos, fuimos a desayunar, nuevamente en el buffet y aprovechamos ahora la alberca, teníamos nuestro spa (parte del paquete de boda), y vaya que fue relajante, las mejores 2 horas de toda mi vida (creo que me dormí profundamente).
La salida de Four Seasons fue igual de ordenada que la llegada, nunca apresurada; ellos se encargaron de los arreglos del hidroplano y estuvieron pendientes de nosotros hasta el momento en que abordamos el ferry que nos llevaría a nuestro siguiente destino. Ivan, el gerente del resort (que además es mexicano) nos dio unos souvenirs y pudimos platicar con él sobre lo maravillados que estábamos
Todo viaje es especial, pero hacer uno en el que celebrarás tu boda hace de ese, un viaje único, y si organizar una boda en una ciudad distinta a la tuya es algo complicado, celebrarla en otro país lo es más, pero si decides hacerlo en Maldivas y con Four Seasons en Landaa Giraavaru, solo deberás pensar en… ¿por qué no quedarse más días?.