La pregunta de los 64 mil

¿Cuál es el lugar que más te ha gustado? He leído y escuchado esta pregunta en infinidad de ocasiones y siempre me provoca la misma sensación de impotencia y desesperación al no saber que contestar con certeza. De hecho, he llegado a pensar en inventarme una respuesta rápida para evitar ahondar en el tema o tener que escarbar en mis recuerdos para hacer una eliminación natural y elegir un ganador. PERO ES IMPOSIBLE!!!! Hacerlo a conciencia y detenidamente para contestar de manera real tomaría mucho tiempo y sinceramente, no tengo ningún problema en postergar el momento en el que tenga que comenzar ese proceso.

En el viaje que cambió para siempre mi manera de ver el mundo (y la vida) hubo muchos momentos y lugares que me robaron el aliento, pero hubo uno en especial que más que robarme el aliento, se quedó en mi alma:

Son las 6 am en Agra, India. Mi amiga Alejandra y yo nos preparamos para visitar el monumento más famoso del país, que aunque nos habían prometido que podía verse desde nuestra habitación, sólo se lograban ver un par de las torres asomadas entre los árboles como un niño espiando (no confíen en las fotos de los hoteles). Decidimos llegar temprano pues nos advirtieron sobre las masas de turistas que llenan el lugar, y en efecto, la horda de visitantes ya se dejaba ver a lo lejos. llegamos a la taquilla solo para descubrir que el precio de entrada para los extranjeros es 100 veces mayor que para los locales, y uno, mal acostumbrado a lo barato del país, todavía tiene la impertinencia de quejarse internamente.

Entramos al sitio y lo primero que vemos son unos pequeños jardines y un par de construcciones de piedra roja. Algo en mi estómago empezó a vibrar, como si fueran mariposas ¿Dónde está? ¡Ya lo quiero ver! Entramos a una especie de vestíbulo y yo como siempre pegado a mi cámara, no pude percatarme de lo que estaba detrás del arco. Fue a través del lente de mi humilde handycam que vi por primera la construcción hecha por el hombre, la más bella que los ojos de éste mortal hayan presenciado hasta ahora, el ¡TAJ MAHAL! Allí estaba, majestuoso, elegante, tranquilo, como un objeto que no pertenece a este mundo.

La historia del Taj Mahal ha sido contada muchas veces, y al final solo sirve para aderezar la experiencia personal. Pensar que es un monumento al amor mientras se disfruta de sus magníficas proporciones, es una experiencia religiosa (con perdón de Enrique Iglesias). Yo no podía dejar de mirarlo, no podía creer que lo estaba viendo. Alejandra y yo nos íbamos acercando poco a poco al “señor monumento” al mismo tiempo que guardábamos nuestras cámaras, ya que después de cierto punto está prohibido usarlas y entramos al cielo. Toda la decoración, el espléndido trabajo de incrustación de piedras semipreciosas con formas de plantas y flores y el único objeto asimétrico del lugar: la tumba de su creador.

Recuerdo que me senté en uno de los arcos del “Taj”, aún puedo oír el bullicio de la ciudad que se escuchaba a lo lejos, el olor tan peculiar de la India, la eterna niebla que rodea a la tumba más famosa del mundo pero sobre todo, recuerdo mi sentimiento. Una paz, una tranquilidad y una profunda emoción por el lugar tan mágico en el que me encontraba. Es probable que allí fuera donde terminó de despertarse mi hambre por recorrer el mundo, y también es probable que todos mis viajes sean una eterna búsqueda por recrear ese preciso momento.

Existe un video de lo que les platico, el verdadero nacimiento de Alan x el mundo, pero es algo tan personal que aún no me he decidido a compartirlo.

Cuando tuve la oportunidad de volver, pensé que probablemente ya no me impactaría tanto. Había conocido muchos otros lugares desde entonces y mis ojos habían presenciado muchas otras maravillas. No podía estar más equivocado. Como aquella primera vez el Taj Mahal me sorprendió, me invadió y me conmovió como ningún otro lugar lo ha hecho. Fui dos veces en un mismo día y me despedí con lágrimas, agradeciendo a la vida lo afortunado que soy.