A veces la vida no te da otra opción, a veces sí. A veces las ganas de viajar son más que las ganas de esperar a que alguien te pueda acompañar. A veces es más grande el placer de moverse a tu propio ritmo. Nadie a quien esperar, nada que cumplir. Sólo tú.
A veces viajar es algo que tienes que hacer por ti mismo, para crecer, para evolucionar y cambiar la perspectiva; y créanme viajeros que no hay mejor crecimiento que el que no te llega por casualidad si no porque tú lo estás buscando. Me gusta pensar que viajar es siempre buscar crecer, llegar a algún destino que te convierta en una mejor versión de ti.
Viajar sola me ha dado tanto. Desde ese sentimiento de independencia y poder sobre mi misma, hasta vivir experiencias que son sólo para mi, eventualidades con las que sólo yo me voy a quedar, momentos en la vida que son un regalo, y que tengo el placer de vivir por mi cuenta.
Viajar no siempre tiene que ser al ritmo de un programa o un itinerario, si no al ritmo en el que se presentan las cosas, y que mejor sentimiento que viajar por el placer de hacerlo y nada más.
Siendo mujer, tengo que admitir que a veces no es nada fácil viajar sola. Hay lugares que me exigen más preparación, más tiempo, más seguridad. Pero el hecho de que no sea algo tan fácil hace que el viaje se vuelva algo único, un logro. Crecimiento que yo busqué. Todo siempre es como tiene que ser. Dejándote llevar llegas a donde tienes que llegar, y darte cuenta de que en realidad nunca estás perdida es uno de los regalos más grandes de atreverte a despegar.
Escribo esto sentada en un avión, en medio de mucha gente que no conozco. Y aunque estoy sola, en realidad me siento bien acompañada, porque viajando me he dado cuenta que en verdad no tengo mejor compañía que la mía.
Viajero, espero te animes a despegar solo por lo menos alguna vez en tu vida, sin ninguna razón de por medio, más que el placer de conocerte solamente a ti.