Este sábado, 14 de octubre de 2023, ocurrió un eclipse solar anular y fue visto en gran parte del territorio mexicano, sin embargo, en los estados de la Península de Yucatán se pudo ver un “anillo de fuego”, y en el resto del país se vio como un eclipse parcial del Sol.
Parte del equipo de Alan por el Mundo, Jessica, Karla y yo, tuvimos la oportunidad de viajar a Yucatán para ver este fenómeno natural.
Nos levantamos temprano, nos arreglamos, desayunamos y nos fuimos a Tekax, una de las ciudades sedes de Yucatán en la que se llevaron a cabo varias actividades, como charlas, ceremonias y talleres, relacionadas al eclipse e instalaron telescopios para observar este increíble fenómeno.
Tekax es un pueblo mágico que deslumbra a los visitantes con su encanto y riqueza cultural. Rodeado de una exuberante vegetación y bañado por la historia maya, ofrece un viaje al pasado y una inmersión en la autenticidad de la región.
Sus calles adoquinadas, coloridas casas coloniales y la impresionante Iglesia de San Juan Bautista, que data del siglo XVIII, son testimonios vivos de su herencia histórica.
Además, Tekax ofrece actividades que permiten al viajero estar en contacto con la naturaleza y hasta pone a prueba sus habilidades físicas.
Llegamos a Tekax, a una plaza que se encuentra a los pies de la Ermita. La euforia de la gente podía sentirse y era contagiosa; familias, amigos y parejas estaban reunidos para vivir este increíble fenómeno. Algunos tenían lentes especiales, otros filtros de soldador, otros cajas estenopeicas y otros se acercaron a algunos de los telescopios que se habían instalado en la plaza.
Comenzó el eclipse y cada vez eran más las personas que volteaban hacia arriba para admirar este espectáculo natural. El calor era sofocante y bochornoso, pero eso no impidió que los locales y viajeros disfrutáramos del evento.
Mientras llegaba al climax el eclipse (que era cuando se marcara ese círculo de fuego), los asistentes formaron parte de varias actividades, como pláticas, leyendas, talleres y una ceremonia maya en la Explanada del Chulub, la cual representaba la conexión con el cosmos.
El tiempo pasaba y el color del ambiente comenzó a cambiar, bien sabíamos que no se pondría oscuro como muchos decían, pero sí que se vería diferente. Aún no lo entendía, así que estaba esperando ese momento especial. Llegó y aún me cuesta trabajo describirlo, pareciera cómo si mis ojos tuvieran un filtro, como un azul vintage (muy al estilo de Instagram o alguna aplicación de edición de foto), tal cual como si trajera unas gafas de sol, era extraño y espectacular al mismo tiempo.
Por supuesto, estaba trabajando, pero eso no hizo que no dejara de voltear hacia arriba para admirar este magnífico evento.
Llegó la hora y la euforia fue más grande, todos teníamos la vista en un mismo lugar, los niños veían con atención, sus papás les mostraban hacia donde voltear; algunos se compartían los filtros de soldador, otros querían permanecer más tiempo en el telescopio y otros ya querían que fuera su turno de hacerlo.
Una vez que el anillo de fuego comenzó a desaparecer, las ceremonias mayas continuaron y posteriormente, alumnos de secundaria presentaron bailes especiales, entre los que destacó uno maya que despedía a la Luna y al mismo tiempo le daba la bienvenida al Sol.
Fue un momento único que siempre guardaré en mi memoria, haber vivido esta experiencia me hizo sentir más viva y afortunada; y espero poder seguir viendo todas las maravillas que la Tierra y el Universo tienen aún para mostrarnos.
Y por cierto, he de agradecer a Daniela Tarhuni, jefa de Divulgación de la Ciencia de la Escuela Nacional de Estudios Superiores de Mérida, de la UNAM, quien nos apoyó al tener un problema técnico con el filtro de nuestra cámara, ya que si no nos hubiera proporcionado uno, Karla no hubiera tomado fotos del eclipse.
32 años, pero llegó el eclipse (visión de Jéssica)
Corría el año 1991 y en México se pudo observar un eclipse solar que marcó la vida de muchos. Sin embargo, ¿adivinen quién no pudo verlo? Exacto, yo.
Nací 2 meses después y crecí escuchando mágicos relatos sobre cómo se oscureció el día. Hoy, después de 32 años, por fin la vida quiso regalarme uno.
Fue en Tekax, pueblo mágico en Yucatán, donde pude observar la anularidad (fase del eclipse en la que la luna está al centro del sol) pasadas las 11:20am.
Los perros aullaron, los pájaros cantaron y las cientos de personas que nos encontrábamos en la plaza aclamábamos emocionadas.
Y contra lo que profesaban los Mayas, no hubo desastres naturales. Sin embargo, por si acaso, se realizó una ceremonia tradicional.
Los mayas y los eclipses
El viaje a Yucatán para ver el eclipse tuvo una gran carga histórica y simbólica, esto debido a la importancia que ha tenido la astronomía en la región.
Los eclipses de sol siempre han ejercido un profundo impacto en la percepción humana del cosmos, y los antiguos mayas no fueron una excepción.
Para esta civilización, los eclipses solares eran eventos de gran relevancia, considerados como señales divinas que influían en la toma de decisiones políticas y religiosas. Los mayas, notables astrónomos, desarrollaron complejas predicciones de los eclipses solares basándose en observaciones minuciosas y cálculos matemáticos precisos.
Su capacidad para prever estos fenómenos astronómicos con notable precisión se ha convertido en un testimonio impresionante de su avanzado conocimiento astronómico y su profunda conexión con el universo.