Por: Monserrat Giles Cuéllar
Entre las muchas experiencias que implica un viaje, de repente te encuentras con la incertidumbre de ¿qué vamos a comer? Esperando que por lo menos se te atraviese alguna franquicia que te pueda salvar de la inanición, pero ese es un grave error, lo mejor que te puede pasar es que te armes de valor y te animes a probar aquellas cosas que tu mente no imagina, o simplemente, aquellos platillos que, si son consumidos por una población superior a 500 habitantes, ten por seguro que no morirás en el intento.
Algo de lo que me he enamorado es del OKONOMIYAKI, hay quienes conocen a este platillo como la pizza japonesa, pero honor a quien honor merece ¡¡nada que ver!!
Mi experiencia va acompañada de una anécdota que, no solo sació mi apetito, endulzó mi corazón y me hace creer que en el mundo hay gente que está dispuesta a ayudarte sin recibir nada a cambio. Pero bueno, regresando al punto, estoy narrando una experiencia propia de Hiroshima, sí, ese lugar que ha renacido, resurgido y reinventado de la nada, y donde se puede apreciar que en menos de un siglo se ha levantado una civilización lastimada por la guerra.
En busca del platillo oriundo de la zona, y con el cansancio de un día de traslados en shinkansen, ferry y bus, finalmente y con ayuda del Google Maps llegué a un edificio al que le di por lo menos 5 vueltas, y no se divisaba aquel lugar del cual tenía una propaganda impresa con las fotografías de aquel platillo, el Okonomiyaki.
Fue hasta que decidimos emprender el camino de regreso, pensando que el Google Maps nos había engañado, cuando un señor como de 80 años me tocó el hombro y me dijo algo que obviamente no entendí, cabe señalar que no hablo japonés. Sin embargo la palabra okonomiyaki fue clave, acompañada de unas fotografías de la propaganda.
Fue así que en un pacífico intercambio de señas nos indicó que le siguiéramos, pensamos “solo porque se trata de Japón, quién carajos sigue a un extraño que llega de la nada”, por algún momento se atravesó por nuestra mente un asalto y hasta un secuestro, pero por Dios, ¡¡ni quien nos pele!! (Frase mexicana que significa “Nadie te está haciendo caso”), pues nada, ahí vamos tras aquel señor que nos indicó el camino para entrar al edificio y nos llevó al piso 6; al abrirse las puertas del ascensor, no por Dios, como si fuera el mercado de garnachas de Coyoacán, por cierto, famoso por vender Antojitos Mexicanos.
El tema es que no sabíamos para donde voltear de tantos lugares que había con tremendas planchas tepanyaki. Aquel señor nos pidió que le mostráramos una vez más nuestra propaganda impresa y nos llevó a aquel lugar prometido, que se encontraba cerrado.
Nuestra cara fue de completa decepción, aunado a una clásica expresión de “¡No mames, que mala suerte!” (Frase que utiliza el mexicano cuando está de buenas, cuando está triste, cuando está sorprendido, cuando está eufórico, cuando está enojado, en fin, frase que hoy día no tiene un significado propio, a menos que vivas en México)
Aquel hombre al ver nuestras caras, una vez más nos indicó que lo siguiéramos y fue que finalmente llegamos a un excelente lugar, donde nos prepararon ese famoso platillo, que es preparado con una base de harina del grosor de una tortilla para crepa, col finamente picada, huevo batido, germinado de soya, tocino, cebollín, noodles y acompañada de aquellos ingredientes que gustes, en mi caso unos mejillones enormes; mientras preparaban el platillo tomamos un sinfín de fotografías, cuando el chef nos preguntó que de dónde éramos, no bueeeeno, ¡qué momento! al contestar de “Mequishco” (forma en la que los japoneses pronuncian México), se escuchó un hermoso “Viva Mequishco Camones” …. ¡Sigo preguntándome porque no se me ocurrió grabar ese momento!
Una tarde llena de buenos momentos, excelente comida, aprendizaje y sobretodo un cálido ambiente humano.
Si viajas a Hiroshima, no dejes de probar el Okonomiyaki, te llevarás una grata experiencia culinaria, sin dejar de acompañarlo con un buen whisky Suntory o una Sapporo bien fría.