Por: Daniela Hernández
Pasamos la noche en la selva, creemos que ha sido la mejor de nuestras vidas, sin ruido , sin luz, y sin moscos porque dormimos dentro del tul, fue todo lo contrario a lo que habíamos pensado.
Salimos a desayunar puntuales, pasó por nosotros Kevin; un chico Lacandón de 14 años usando la vestimenta típica de ellos y desde sus 4 años no se ha cortado el cabello.
Aunque su nombre ya no es maya, sus apellidos sí lo son y domina el dialecto maya-Lacandón.
Fue un recorrido de 5 horas, caminamos 3 horas hasta llegar a una pirámide conocida por ellos como “La ciudad perdida”; es un sitio inexplorado, pues no permiten el paso del INAH.
En el camino nos fue mostrando y explicando acerca de la flora que hay ahí, como el hule, merteolate, caoba, piñuelo, pita, mamey, copal, wano, maluto, etc; y también la fauna, ciempiés, mariposas, serpientes, caracoles, etc.
Después de la pequeña pirámide llegamos a un río donde pudimos entrar y refrescarnos un poco. Al fondo se podía ver una cascada.
Nos impresionó mucho ese lugar, nos dimos cuenta que ahí junto al río había una pirámide.
Ahí estaba el papá y hermanos de Kevin, vendiendo accesorios como pulseras, collares, bolsos, etc, que hacen con semillas y hojas de árboles.
El regreso fue rápido, nos tomó 1 hora llegar.
Teníamos mucha hambre después de caminar tanto, lo bueno es que ya tenían la comida preparada y ¡estaba riquísima!