Por: Guille Araujo
Quisiera iniciar este texto con la siguiente reflexión: Viajar solo no es para todos, pero si alguna vez lo has querido hacer… ¡hazlo! Es el mejor consejo que te puedo dar.
Sé que no todos corremos con la misma suerte al emprender un viaje solos, sin embargo, vengo a contarles un poco de mi experiencia.
Años atrás tenía la espinita de hacer un viaje sola, pero me aterraba el simple hecho de pensarlo, anteriormente no había hecho muchos viajes, ni sola, ni tan lejos y me decidí a hacerlo. Inicié con elegir el destino y en mi mente apareció Londres, busqué suficiente información que respaldara que era uno de los destinos más seguros para viajar sola. Incluso lo consulté con un buen amigo de Reino Unido, en su momento vivió un tiempo en México que fue cuando lo conocí y su respuesta fue la siguiente: “Si sobrevives en México, sobrevives acá”. Debo decir que la respuesta no me encantó, sin embargo, no estaba fuera de la realidad ya que México se encuentra en el cuarto lugar de las naciones con mayor crimen organizado (según el informe de la iniciativa global contra el crimen organizado Transnacional).
Y así fue como seleccioné mi destino, partiendo de eso empecé a informarme del lugar, hospedajes, zonas seguras, que otros lugares quería ver y claro el ir a Europa por primera vez me hacía querer comerme el mundo en 10 días.
Las cosas se fueron acomodando y encontré un concierto en Birmingham de uno de mis artistas favoritos (Michael Buble) a 2 horas en tren de Londres, justo el día después de mi llegada y pensé, ¿por qué no?, con mucho miedo hice la compra de mi ticket y listo! ¡Vería por primera vez a mi artista favorito! Cuando mi cabeza solamente me decía: ¡Cómo carajos vas a llegar hasta allá!
La planificación de mi viaje, reservación de hospedajes y compra de tickets con un año de anticipación me dio confianza cada día para sentirme segura de lo que sería esta gran aventura.
En el proceso elegí dos destinos más: Edimburgo y París. Tenía 10 días para aprovecharlos al máximo.
Se acercaba la fecha y todo parecía estar en orden: vuelos, hospedajes, tickets, maletas. Buscaba un viaje ligero, el glamour podía quedar un poco de lado en esta ocasión por lo cual hice una selección minuciosa de lo que realmente necesitaba.
Y listo, llegó el día, les preparé un itinerario a mis padres de forma que entendieran en donde iba a estar cada día y no se preocuparan tanto, me despedí de ellos y emprendí mi camino al aeropuerto. En espera de mi primer vuelo Monterrey – Ciudad de México tuve algo de tiempo de reflexionar, de sentir el miedo y la adrenalina a la vez. Llegué a mi siguiente parada Ciudad de México, con el tiempo necesario para comer algo, iniciar mi activación del e-sim y abordar el siguiente avión. El vuelo era directo, lo cual me iba a permitir leer, dormir un poco y preparar a mi cabeza para lo siguiente.
Después de 11 horas de vuelo, llegué a mi destino: Londres. Me sentía como una niña perdida en el supermercado, si bien he estado en diferentes aeropuertos de diferentes partes del mundo, pero nunca sola. Comencé a caminar, sin saber con certeza a donde iba, solo se que tenía que tomar un tren que me llevara a la estación de Paddington, la cual estaría a 5 minutos de mi hotel.
No tuve ningún contratiempo con eso, llegué a la estación, salí y me topé con el famoso reloj animado de la personita limpiándolo “Maarten Baas’s Real Time Clock”. Allí fue donde la primera lágrima había salido sin querer. Estaba muy emocionada de estar allí y ansiosa por emprender la aventura, caminé a mi hotel, hice el check in, subí a mi pequeño cuarto con una vista increíble a Hyde Park. Eran las 6:00 pm y yo estaba lista para dar una vuelta, dejé mis cosas y salí a caminar.
En el camino hice una videollamada con mi madre, ya que justo era 10 de mayo en México, hablamos poco ya que empezó a llover, terminé la llamada y seguí mi camino.
Todo me parecía increíble, caminé hasta el palacio Buckingham, todo estaba adornado, ya que una semana antes había sido la coronación del Rey.
Tomando una fotografía conocí a Yipsi, una colombiana que viajaba sola también, decidimos continuar el recorrido juntas para tomarnos fotos. Caminamos hasta el Big Ben, después a Trafalgar Square en donde decidimos comprar algunos recuerdos. Después del recorrido decidimos cenar juntas y llegó el momento de que cada quien fuera a su hospedaje, me invitó al día siguiente a ir a Salisbury pero era el día de mi concierto y ya no coincidían agendas, era su último día, intercambiamos redes sociales y nos despedimos.
El día siguiente lo había esperado con muchísima emoción, iba a ver a Michael Buble, fui a la estación, el día estaba lluvioso, subí al tren sin ningún contratiempo. Durante el recorrido el tren tuvo un retraso de aproximadamente 2 horas, por un accidente que había sucedido en las vías. Qué locura, con los nervios en las manos apenas podía entender lo que la señorita de las bocinas del tren explicaba sobre el percance. Nos hicieron cambiar de tren y tomar otro por el retraso, cabe mencionar que no soy bilingüe, sin embargo, puedo tener una plática y entender el inglés, cosa que en ese momento no pasó. Decidí identificar personas que iban en mi vagón y seguirlos hasta el nuevo tren. Finalmente llegué con un poco de tiempo para comer algo y lista para disfrutar de mi esperado concierto.
Y como dijo Alan por el Mundo en alguno de sus videos, la estatura promedio de los mexicanos, no compite con la europea, lo cual me fue complicado ver en algunos puntos, pero lo disfruté al máximo.
Volví a Londres, corriendo para alcanzar el último tren casi de media noche, feliz y algo preocupada por volver tarde, al final solo quedamos 3 personas en el vagón, dos borrachos y una chica. Me acerqué a la chica Winter (entendí por nombre) pidiéndole amablemente que me asesorara con mi regreso al hotel, platicamos mucho sobre México, la invité cordialmente a visitarnos, me ayudó a pedir un uber y esperó hasta que yo subiera al carro. Llegué casi de inmediato al hotel y no paraba de pensar la suerte que he tenido de toparme con estas personas.
Al día siguiente caminé mucho bajo la lluvia y vi el cambio de guardia. Llegué a la estación de King Cross y St. Pancras, quedé totalmente impactada con la arquitectura de esos lugares, el contraste, el ambiente, a la fecha sigo pensando que tienen un toque de magia.
Al día siguiente tomé un tour a Salisbury, en el cual conocí a Marisol y Rob. Marisol es una chica de Aguascalientes que estaba como Au pair en Londres y nuestra conversación inició así: a mis espaldas escucho: I think Chichen Itza is better than this – volteo y comento I agree, comenzaron a reírse y me dijo eres mexicana, a lo cual respondí que sí y gritamos de alegría. Ellos estaban asombrados con un tripie que traía para tomarme fotos y yo feliz de coincidir con alguien de México, platicamos alrededor de 20 minutos e intercambiamos redes sociales. Hasta que llegó el momento de despedirnos y seguir con el paseo. De regreso a Londres me quedé profundamente dormida, había caminado mucho en muy pocos días y necesitaba recargar pilas. Llegué a Londres, decidí ir al Museo de Historia que me dejó impactada con su arquitectura, después volví a paddington, compré algunos recuerdos que me faltaban y pensé en tomar una cerveza, era mi última noche en el lugar y no había entrado a ningún pub. Me apareció cerca Victoria’s Pub, entré con mucho frío y tomé una mesa. El no saber me hizo pedir una cerveza al mesero, el cual me indicó amablemente que la debía pedir y pagar en la barra.
Al hacerlo chocan mi vaso con otro vaso y me dicen ¡Cheers!, Mike y Nikola comienzan a platicar conmigo, voy por mis cosas y me quedo en la barra con ellos. Habían ido a un juego de futbol, nos contamos nuestras vidas, me animaron y felicitaron mucho por estar realizando el viaje sola. Las coincidencias en tiempo y espacio nos llevaron a ese momento Nikola era un arquitecto de 32 años (igual que yo) motivo por el cual tuvimos bastante tema de conversación, aunque batallaba un poco con el idioma siempre fueron pacientes y me apoyaron. Terminamos cenando y bebiendo en un bar con unas chicas africanas frente a St Pancras. Lugar estilo “mexicano” con quesadillas que parecían más un totopo con crema. Nos tomamos fotos, nos reímos hasta que fue momento de volver a mi hotel. Intercambiamos redes sociales, insistieron en seguir la fiesta pero al día siguiente emprendía mi partida temprano a Edimburgo. De este encuentro obtuve nuevos amigos y confirmé algo que yo venía pensando y Nikola me comentó: todos los viajes te ayudan a eliminar los juicios. Cosa que un año después leí en el libro de Alan por el mundo.
Al día siguiente emocionada y triste emprendía mi camino a mi siguiente parada, Edimburgo. El tren llegó retrasado, mismo retraso que días después me hizo una bonificación en mi tarjeta, excelente servicio Avanti. Llegar a Edimburgo fue una experiencia ligeramente tenebrosa, caminar por sus calles, con el cielo nublado oscuro, su arquitectura gótica y sus aves, fue extraño. La ciudad es silenciosa, caminé hasta lo que sería mi hotel por un par de noches.
Como de costumbre dejé mis cosas y salí a caminar. Parecía que no solo había viajado a otro lugar, sino a otra época, realmente es una ciudad que te transporta a otro tiempo.
Apresuré mi paso para lograr ver el atardecer en Calton Hill, estando allí mi corazón estaba agradecido con lo valiente que había sido para llegar hasta ese momento y ese lugar. Al día siguiente inicié temprano, quería verlo todo, lo más que pudiera, caminé el día entero y estoy orgullosa que no tomé un solo autobús (aunque eso tal vez me hubiera ahorrado tiempo) y cubrí una gran parte de lugares, en el camino conocí a Alessia, una chica italiana que nos topamos muchísimas veces e intercambiamos Instagram también (al día de hoy seguimos en contacto).
Por último, solo quedaba París, en ese punto del viaje estaba muy cansada y con mucho frío. Preparé mis cosas y me preparé mentalmente para un viaje largo en tren, primera parada Londres y cambio de tren a París.
El tren llegó en punto a King Cross, mi problema fue que había puesto el siguiente tren a París con muy poco tiempo para este cambio a St Pancras, adicional a esto, no me había dado el tiempo de entrar a la estación. Corrí como pude con mi equipaje, pregunté inmediatamente, me dirigí a la puerta y seguido de mi entrada, cerraron el abordaje. Pasé migración y ya estaba del otro lado. La estación estaba repleta de gente, esperé un momento y ahí estaba, anunciaron mi andén para la siguiente aventura.
Dejé mi maleta en el área de equipajes y tomé mi asiento, el cual veía agrupado en un espacio para 4 personas. Minutos después llegaron 3 chicas simpáticas, Sandra, Daniela y Gianna. Estilistas de California, dos de ellas nacidas en México, y Gianna con descendencia Italia. Hicieron las 2 horas de viaje más amenas que pude haber tenido, no le dieron mucho espacio a la melancolía del cambio de ciudad. No paramos de hablar en todo el viaje, amablemente me ofrecieron algo de alimentos que venden en el tren, a lo cual respondí que no, ya que había comprado algunos snacks para el viaje, minutos después volvieron con una botella de champange y 4 vasos. Sin preguntar sirvieron los 4 casi hasta el borde y brindamos por París.
Platicamos de su experiencia en Londres, de un curso increíble de maquillaje y peinado, de su aventura de 24 horas en París para volver a California. Intercambiamos Instagram y si las agendas se alineaban íbamos a tomar vino en la Torre Eiffel (cosa que vimos bastante complicado, más no lo descartamos). Amablemente me invitaron a California y en un abrir y cerrar de ojos, después de 3 vasos de champange, Bienvenue à Paris!.
Llegué a la ciudad de la luz, con bastante ilusión y mucho miedo, ya que había leído algunas cosas sobre zonas inseguras, mi hotel se encontraba localizado justo en la línea que dividía la zona segura de la zona insegura.
Me decidí a tomar un uber, ya que era tarde y en 5 minutos llegué a mi hotel. 2 años antes había iniciado clases de francés, por lo cual lo hablaba y lo entendía y lo leía a medias.
La experiencia en mi hotel no fue muy grata, apenas había espacio para mí y el equipaje en el elevador, todo el edificio olía a cigarro, llegué a lo que era un pequeño recibidor en mi piso y no se veía absolutamente nada, puse la lámpara de mi celular y finalmente encontré mi puerta. Entré y decidí descansar lo que quedaba del día.
Al día siguiente tenía tickets para el Louvre, como buena arquitecta era una ilusión enorme visitar esos lugares. La realidad es que salí con bastante tiempo, duré 20 minutos perdida en la primera estación de metro que entré y sumándole a eso, la persona a la que pedí informes fue muy grosera conmigo.
Logré llegar justo a tiempo al museo, tardé 1 hora en lograr entrar por un tema de impresión de mi ticket y emprendí mi día en el museo, claro que, como muchos lo mencionan, un día no es suficiente para poder ver todo el interior con detenimiento.
Ayudé a una señora española a recrear una foto, me contó su historia, su hermano había muerto recientemente y quería recrear su foto en el mismo lugar.
Seguí mi día en París, recorrí los lugares más emblemáticos, el Arco del Triunfo, Galerías Lafayette con su increíble mirador, la Torre Eiffel, el Panteón, los Jardines de Luxemburgo y la Basílica del Sagrado Corazón. Qué increíble forma de cerrar el viaje, cansada, con muchos kilómetros recorridos y con el corazón lleno de tantas cosas que logré ver.
Volví en tren de París a Londres y me fui directo al aeropuerto, para mi suerte, mi vuelo estaba retrasado ya que en ese momento el Volcán de Popocatépetl se encontraba activo. Con paciencia y cansancio finalmente abordamos el vuelo y emprendí el regreso a casa.
Tenía unas buenas horas para dormir y descansar, pero para mi sorpresa el vuelo fue redireccionado a Cancún, por el mismo tema del volcán el aeropuerto de la ciudad de México se encontraba cerrado. La aerolínea nos pagó el transporte, una noche en un muy buen hotel a pie de playa hasta poder volar a Ciudad de México, nada mal para terminar mi viaje, sin embargo, mi destino final era Monterrey y mi vuelo de Ciudad de México a Monterrey ya lo había perdido. Pasé un día en Cancún con el hotel todo pagado, nos llevaron de vuelta al aeropuerto, pero allí decidí comprar un vuelo directo a Monterrey. De igual forma retrasado, logré abordar mi vuelo y finalmente llegar a casa.
Mi familia feliz y emocionada se encontraban esperándome en el aeropuerto, volví con muchas experiencias nuevas, muchas nuevas amistades, con el corazón lleno de nuevas aventuras, de un concierto de mi artista favorito, con los pies cansados y con ganas de seguir recorriendo el mundo.
Siempre estaré agradecida con todas y cada una de las personas que conocí, que me orientaron y ayudaron. Hasta el momento y a mis casi 34 años de vida puedo decir que esta experiencia cambió mucho mi forma de ver el mundo.
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