Por: Natalia Pérez Alcolea
Recuerdo bien que la gente me preguntaba ¿qué vas a ver ahí?, ¿vas a gastar tu dinero viajando a Cusco?
Años atrás nadie le había puesto el ojo a este lugar tan hermoso y tradicional; hoy en día agradezco haberlo visitado mucho antes de que se volviera un boom, una tendencia y un atrapa viajeros. Un lugar con sitios imperdibles que podrían cerrarse por seguridad del patrimonio peruano.
En julio de hace 4 años me encontraba volando en Peruvian Airlines con mi tía y una amiga de ella; para mí era la primera vez que visitaba Cusco, emocionada y nerviosa pensando si la altura me iba a pegar o cómo se sentiría mí cuerpo.
Aterrizamos en el aeropuerto más pequeño que había estado, aunque tampoco es que haya estado en miles pero les aseguro que es muy pequeño.
Nos esperaba el transporte del tour que previamente mi tía había contratado, es necesario que les comente algo muy cierto, en aquella época conocer Cusco no tenía tanta demanda como hoy, salía más económico, pero aquí les dejaré un tip: intenten viajar en presupuesto “mochilero” y claro que lo lograrán, lo curioso es que seguramente contrates un tour económico y termines visitando todos los sitios en el mismo autobús que los que pagaron el triple, la diferencia es que ellos pagan por algunas comidas u hospedajes de mayor lujo, pero los tours son exactamente iguales; así que ahórrense esos soles para después.
Nuestro hostal quedaba perfectamente ubicado frente a la Plaza de Armas, las fechas patrias en Perú se festejan todo Julio, por tanto, ese mes que viajamos había no mucho, demasiado turismo.
Justo llegando empezaba un desfile con música y vestimenta tradicional de este lugar, abarcaba todas las calles y callejones, y se desprendía alegría, tradición y orgullo, eso es Cusco.
Mientras caminábamos el frío nos calaba, pero el calor del corazón era mayor, así llegamos al templo Qorikancha, es uno de los lugares más emblemáticos de la antigua capital del Imperio Inca, según nos contaron, parte de sus muros lo cubrían planchas de oro que fue posteriormente saqueado por los españoles, antes de construirse el convento Santo Domingo en el siglo XVII. Te encontrarás un mirador que te permitirá apreciar una de las más fabulosas vistas de Cusco desde una perspectiva diferente a la habitual.
Ese mismo día visitamos la fortaleza de Sacsayhuamán, un lugar con una vibra tan liviana, con un entorno montañoso, colores verdes, cafés, un cielo entre nublado y soleado, perfecto para mí.
Lo que les puedo describir es poco, el sitio en sí es imponente, asombroso con rincones e historias fantásticas. Lo más increíble, las piedras de la muralla están tan bien encajadas, que entre ellas no cabe un alfiler, están unidas por la fuerza y la presión, esto es lo que las mantiene unidas.
Al día siguiente nos levantamos desde las 5:00 am, todos los tours inician a esa hora para aprovechar al máximo la luz del día. Encaminándonos a Pisac, la primera parada del Valle Sagrado, el mayor acercamiento que tendrás a paisajes andinos hermosos, donde sus habitantes nativos de la etnia Quechua conservan sus costumbres y ritos ancestrales.
En el extremo opuesto a éste, nos dirigimos a Ollantaytambo, en el camino a este complejo nos detuvimos a probar el famoso choclo con queso, es decir elote con queso, les puedo asegurar que suena de lo más común “un simple elotito hervido con un pedazo de queso” pero… no han probado el choclo ni el queso fresco del Cusco, no tiene comparación y con un poco de ají criollo ¡está para chuparse los dedos y pedir otro para el camino de vuelta!
Ollantaytambo quiere decir “lugar para ver hacia abajo”, y en efecto, llegar a este complejo arqueológico situado entre dos montañas significa subir y subir escalinatas un tanto incómodas; yo iba a mi ritmo normal, temerosa de tropezar por mi torpeza, pero disfrutando del sol y a la vez del frío, con una vista que lo valía.
Cada nivel al que llegábamos, fotografía que necesitabas tomar para no olvidar jamás ese momento y llegar al último nivel es contemplar todo el complejo, toda la ciudad. Vivir ese lugar es comprender su magnitud que en fotografías no le hace justicia.
A pesar del cansancio de las caminatas y las desmañanadas, empezamos a caminar entre las calles de Cusco, buscando la famosa piedra de los 12 ángulos.
Compré una muñequita que representaba la cultura Inca y poco después encontramos un café pequeño donde probé uno de los mejores chocolates calientes que he tomado. Si algo puedo decir es que Perú hace gran competencia a los países catalogados con la mejor calidad de cacao.
Perú permite así mismo conocer maravillosas personas, nosotras conocimos un chico de Brasil que viajaba solo, aunque solo fuimos amigos temporales porque después de ese día no supimos nada de él, logramos invitarle un trago en un bar y lo perdimos entre los pasos de baile y el ritmo de la música criolla.
Sonó la alarma, 4:30 am, llegó el día que seguro están esperando ¡Machu Picchu!, el recorrido más representativo de la cultura Inca. Viajamos en el tren rumbo a Aguas Calientes, era mi primer viaje en tren y me sentía en película de Harry Potter, gente pasando y tomando fotos de los paisajes alucinantes. De verdad sin exagerar, el tiempo vuela entre las montañas y lagos, puedes observar a las personas que van caminando por las montañas haciendo la ruta del Inca.
Bajamos corriendo del tren para alcanzar el primer bus posible que nos llevara al acceso de Machu Picchu, repleto de gente de todas partes del mundo logramos alcanzar el que ya partía llenando todos los sitios.
Con el clima perfecto, puse un pie en Machu Picchu, me sentía como niña en parque de diversiones queriendo correr por todos lados pero me contuve, intenté descubrir cada rincón de esta maravilla mundial, caminé, subí y bajé tanto pude, claro, respetando las limitaciones porque muchas zonas estaban en restauración por el descuido y la imprudencia de los turistas. Por momentos nos deteníamos a fotografiarnos pero principalmente a contemplar la inmensidad de la naturaleza, de la capacidad humana para crear tan magnífica obra. Eran pequeños lapsos los que podíamos descansar, ya que era imposible con tanta gente, los guías te tenían en constante movimiento justamente para evitar disturbios.
Así avanzamos hasta llegar a la cima donde se toma la foto must que vemos rondar por la web. Ahí respiré, me di cuenta de dónde estaba, de las piedras que pisaba, hasta este punto te das cuenta del valor que tiene Machu Picchu, de las riquezas de Perú, de lo poco que era valorado en esa época en que yo viajé y de lo muy afortunada e inteligente que fui por realizar el viaje.
Terminamos el día en un pequeño restaurante donde probé el famoso Cuy a la Brasa, les juro que se ve horrible puesto en el plato, tal cual de la manera más grotesca que se imaginan, pero cerrando los ojos todo pasa y su sabor es lo más parecido al pollo.
Transformación, renovación y energía, para mí eso es Machu Picchu, uno de los tantos sitios que alberga Cusco, un lugar tan pequeño y tan inmenso a la vez, rico en comida, cultura, tradición y calor de hogar. Olvidas las distancias, te maravillas en cada rincón con cada historia que podrán contarte.
Desde esa vez supe que debo volver a esos callejones, a más sitios que no logré conocer, volver por más de todo lo bello que tiene Cusco para mí, para todos.