Por: Armando de la Garza
El sábado pasado (y como casi todos en los que hay programa) me fui a la ópera al Auditorio Nacional, y aunque ya sólo faltan dos de la temporada 2023-2024, no quería dejar de contarles por qué éste es un gran plan para un sábado por la mañana en la CDMX; además de que siempre habrá nuevas temporadas a las cuales poder asistir.
Para quien no lo sepa, el Auditorio Nacional presenta en matiné sabatino las trasmisiones en pantalla gigante HD Live vía satélite desde Nueva York de cada una de las óperas de la temporada del Metropolitan Opera House (MET), y aunque (ya sé, ya sé) siempre será mejor ver una muestra de arte como ésta en vivo, no deja de tener su encanto asistir al Auditorio, pues cuenta con ciertos beneficios que estando en Nueva York no se tendrían.
Para empezar, y creo que algo de lo mejor de sábado, es que para cada una de las transmisiones (a veces en el lunario, a veces en el mismo auditorio y por el mismo precio de la entrada), el maestro y crítico musical (y además buen amigo) Gerardo Kleinburg (@gkleinburg), nos pone en contexto y en el mood ideal para disfrutar de la función por medio de una charla de una hora con su siempre muy clara y amena forma de abordar el tema. Generalidades histórico-biográficas del autor, detalles técnicos, algunos chismecitos y todos los pormenores de la ópera que esa mañana se va a transmitir nos deja listos para que podamos apreciar aún más lo que estamos a punto (con 30 min libres de inter para ir al baño o tomar algo) de ver.
Otro de los grandes beneficios que se tienen en este tipo de transmisiones, y que yo la verdad disfruto mucho, es que el tenor o la soprano, protagonistas de la siguiente ópera, fungen como anfitriones de la misma dando el recibimiento a la trasmisión y una pequeña explicación al inicio. Además, durante los intermedios podemos ver entrevistas con los cantantes protagónicos, el director de orquesta, el escenógrafo o el vestuarista, todo en tomas abiertas que permiten conocer los pormenores del montaje y desmontaje de escenografías, ver la utilería y apreciar otros aspectos de lo que ocurre detrás de bambalinas, algo a lo que no podríamos acceder estando presentes en el teatro.
En este caso, el sábado pasado me tocó ver Romeo y Julieta, una ópera en prólogo y cinco actos de Charles Gounod, con libreto en francés de Jules Barbier y Michel Carré, basados en la tragedia homónima (obvio) de William Shakespeare.
La puesta en escena, con duración de tres horas y veintiséis minutos, fue una muestra clásica de la tragedia (a veces hay versiones contemporáneas, muy conceptuales y minimalistas). Destaco sobre todo el exuberante vestuario. Con la dirección musical de Yannick Nézet-Séguin (@nezetseguin), Sus protagonistas, la soprano Nadine Sierra (@nadine.sierra) como Julieta y del tenor Benjamin Bernheim (@benbernheimtenor) como Romeo. Una vez más, aplausos de pie para Nadine, quien creo que se lleva la puesta y se ha vuelto una de mis cantantes actuales favoritas (todavía me acuerdo de su “Addio, del passato” en su última versión como Violetta en La traviata, también en el MET).
Eso sí, no olviden ir bien abrigados, pues siempre hace mucho frío dentro del Auditorio. (al menos en estas transmisiones). Yo recomiendo elegir los asientos de la zona preferente (720 pesos), pues dada la duración de las óperas, que siempre son largas, el mayor espacio entre filas se gradece. Claro, considerando la pantalla gigante, la transmisión también se puede apreciar muy bien desde la Luneta (590 pesos), el primer piso (370 pesos) o el segundo piso (120 pesos).
De verdad les recomiendo que no se pierdan las últimas funciones, que son dos joyas para cerrar con broche de oro la temporada: La Rondine, de Puccini, el 20 de abril, y Madama Butterfly, también del maestro Puccini, el 11 de mayo. ¡Ahí nos vemos!