Autora: Paola Sánchez.
Hola mi nombre es Paola.
Quizás para poder contar la historia de este viaje tengo que retroceder 3 años, cuando una canción se escuchaba en todos lados (créanme cuando digo en todos lados) en las tiendas de ropa, en el súper, en la calle, en los antros, en los programas de T.V. y ni que decir de las estaciones de radio que nos bombardeaban con ella todo el día.
Yo como muchas personas caí en los encantos de esa canción, que para nada tenía una letra profunda, coherente o inspiradora, pero que pegajosa y alegre era. Cada que la escuchaba no podía evitar sonreír y subir el volumen del estéreo del auto.
Un desafortunado día a mediados de septiembre, la vida decidió llevarse a una gran persona, una fuerte y valiente mujer que era el pilar de una familia, mi abuela.
Cada que el dolor llegaba por las circunstancias, la cancioncita sonaba para lograr su cometido, hacerme sonreír a pesar de todo. Fue entonces cuando entendí el mensaje, esa música que para nada era mi estilo y que en mis cínico sentidos hubiera cambiado la estación de radio cada que la escuchara, había llegado a mi por una razón, ser el medio por el cual yo canalizaría el dolor (al menos así lo entendí).
Fue así que empecé a investigar y conocer más del simpático personaje que la cantaba, y de pronto me descubrí siendo fan, pero no cualquiera, sino como una de esas niñas de 12 años que saben hasta cuantos pares de calcetines tiene su estrella favorita.
Después de casi dos años y superar una fractura de cadera que tuve, la vida comenzaba a premiarme. Por fin tenía mi visa americana, la fecha y el lugar para que yo conociera a mi cantante favorito estaban dichas: Las Vegas Nevada, 5 de mayo del 2013. Mi mejor amiga y yo comenzamos a planear el viaje, y los lugares a los que iríamos, todo era perfecto y emocionante hasta que me dio la mala noticia a sólo 20 días antes, ella no podría ir.
Me sentí muy triste, yo no podía ir sola, que iba a hacer sola en otro país, en la ciudad del pecado, con mi cara de niña y con un idioma al que entendía en un 50% pero era incapaz de hablarlo, a pesar de esto mis ganas de no desaparecieron al contrario, no había día que no me imaginara lo que sería estar en ese lugar hasta que decidí poner en claro mis ideas y descubrí que lo que tenía no era otra cosa más que miedo, “Te arrepientes más de lo que no haces, que de lo que haces” fue la frase que me ánimo, después de todo ¿que podía pasar?.
Fue así que sin dudarlo compré mi viaje y decidí que me dejaría sorprender por lo que el destino me tenía preparado, y vaya que se esforzó. La desesperación, la boca seca y todo el cansancio por correr cuando casi pierdo el vuelo en una conexión que tuve en Phoenix, se olvidó en cuanto pude ver por la ventanilla del avión la serie de hoteles que conforman Las Vegas Blvd, fue ahí cuando la primera sonrisa apareció, de ahí se desencadenaron más al ver las máquinas traga monedas en el aeropuerto, los taxis con los anuncios de los night clubs y el camino hasta mi hotel, el último hacia el norte, el Stratosphere.
Como lo pensé, el poderme comunicar con la mujer del mostrador en el lobby fue la parte más difícil y desesperante, tanto para ella como para mi, pero una vez que lo logre me sentí lista para la aventura. Era la 1:30 de la tarde cuando salí para conocer la ciudad, y lo primero que hice fue, PERDERME, mi sistema de orientación (que siempre ha sido bastante bueno) esta vez falló y me llevó por la calle donde esta la parte trasera de los hoteles, la angustia y el miedo que sentía se quitaron cuando vi a un hombre disfrazado de Elvis manejando un convertible viejo, sin duda esto era Las Vegas.
Cuando encontré la calle principal no hubo hotel, tienda o boutique a la que no entrara, me sentía como niña chiquita, cada cosa que veía me maravillaba, seguro dejé la boca abierta más de una vez, todo era tan lindo, brillante y elegante a la vez, el jardín central del Wynn, el canal del Venetian, las escaleras eléctricas redondas del Caesars Palace, las fuentes del Bellagio, la gana pantalla del Aria, los centros comerciales, la esfinge del Luxor, hasta la alfombra de cada casino se sentía diferente en los pies.
Camine por horas, recorrí a pie toda Las Vegas Blvd de principio a fin, llegué a mi cuarto de hotel a las 11:45, obviamente muerta y con un dolor en las piernas por caminar tanto peor que el que sentí cuando me fracturé. Yo sabía que en las Vegas se vive de noche, pero en esa ocasión la ciudad me tenía que disculpar, pero no podía más.
Al día siguiente mi afición por las compras me llevo al outlet, y no estaba dispuesta a volver a caminar de esa manera, el destino me ayudó a que una señora colombiana estuviera comprando un ticket de 3 días para el autobús y me ayudara a comprar el mío, yo casi la besaba de la emoción.
Por la noche fui a Fremont Street, el lugar que todas las guías que vi de la ciudad recomendaba, decían que había un techo inmenso que era una pantalla donde proyectaban imágenes, definitivamente imperdible. Cuando llegué Fremont Street fue más que eso, fue magia pura, esta era las Vegas que me había imaginado, la que había visto en las películas y los vídeos, la ciudad de las millones de luces, el punto más luminoso visto desde el espacio, y la pantalla era mucho más de lo que había leído, en punto de las 9 de la noche las luces de las 4 cuadras que la conforman se apagaron para dar paso a un show con música de Queen en el techo, los 10 minutos que duró tuve la piel de gallina y ni que decir cuando se escuchó a todo volumen la mejor estrofa de “We are the champiñones”.
Cuando término y las luces volvieron no dudé en ir por una Margarita frappe de mango (la mejor que he probado) y disfrutar unos minutos cada mini concierto en los tres diferentes escenarios a lo largo de la calle.
Cuando desperté al día siguiente, lo primero que pensé es que por fin había llegado el día que había esperado por tanto tiempo. Era 5 de mayo y en las calle el ambiente de fiesta estaba al doble, música mexicana se escuchaba en cada tienda, hombres y mujeres usaban sombreros mexicanos y bigotes (aún sigo sin saber por que piensan que ese día es nuestra independencia), dediqué el resto de la tarde a comprar algunos souvenirs para mi familia y amigos.
Cuando salí del hotel en la noche me sentía como una princesa, estaba convencida de que algo increíble pasaría, el cruzar la puerta del club XS era algo que había imaginado cada noche desde que supe que iría, la alberca estaba impecable, había pelotas, palmeras y cebras inflables, un DJ ya tocaba en el escenario, sin dudarlo me puse en el centro y en la primera fila, estaba como a medio metro del escenario, si me estiraba un poco podía tocarlo, poco a poco el lugar se fue llenando y en punto de la 1:00am salió para colocarse junto al DJ y revisar la computadora.
El show comenzó y la adrenalina corría en mis venas, lo había imaginado tantas veces que no sabía si esta vez era real, sonreí como nunca y me sentí muy feliz. Lo mejor llegó cuando el se acercó a cantarme, y entrelazó su mano con la mía (durante días sentí el calorcito de su mano) después tomo mi teléfono, se grabó a si mismo cantando y término chupando la cámara, si, quizás horrible para muchos pero para una fan es lo mejor.
Una vez que término salí disparada al hotel a recoger mi maleta, ya que mi avión de regreso a casa salía en casi 2 horas, mientras esperaba en la sala de abordar seguía sintiéndome en las nubes, no sabía si era por que no había dormido o porque mi sueño se había hecho realidad. Cuando el avión despegó no pude hacer más que agradecerle a esa maravillosa ciudad por ser la cómplice de la mejor experiencia de mi vida, la que me hizo crecer en todos los sentidos, la que me hizo perder el miedo, la que hizo que me diera cuenta lo fuerte que soy, lo maravillosa, mágica y divertida que puede ser la vida y por enseñarme que los sueños se puede lograr aunque sean de hoy, ayer o hace un año.
Pd: La última foto es justo el momento cuando me dio la mano.