¡Hola viajeros!
Estuve dudando si contarles esta historia pero creo que es necesario visibilizar este tipo de historias, porque durante estos meses, he conocido muchas historias como la mía y me rompe que tengamos que haber decidido algo así.
¿Cuántos de nosotros hemos tenido que elegir algo así?
Una semana antes de que sucediera la pandemia, recibí una noticia que me cambió la vida.
Había sido elegida para viajar al país de mis sueños (Nueva Zelanda) con visa de trabajo por un año.
Esta noticia me cambió la vida en un instante, porque Nueva Zelanda siempre fue el lugar en el que quise vivir.
Cuando llegó la pandemia, tuve mucho miedo de perder la oportunidad de ir a ese maravilloso país, las noticias daban por perdida mi oportunidad de ingresar a ese país antes del vencimiento de mi visa, pero después de una larga espera de 2 años, la respuesta del gobierno de Nueva Zelanda, me abría de nuevo las puertas a su país.
Pero no sabía que para tener que ir a Nueva Zelanda, tendría que tomar una decisión que me dividiría entre Nueva Zelanda y mi perro.
Hace tiempo comencé la investigación sobre los trámites que se necesitan para ingresar al país de NZ con mascotas.
El cual me resulta absurdo. Son alrededor de 40 páginas llenas de requisitos, los cuales acepté, y estaba dispuesta a pagar los estudios correspondientes para cumplir con los requerimientos de ese país.
Nueva Zelanda y Australia son los países más estrictos para viajar con mascota. Dentro de los requisitos más importantes es la cuarentena de 10 días que es totalmente obligatoria y debe ser en los centros aprobados por NZ. Tienes que pagar alrededor de 1700 – 2000 dólares NZD.
Además de estudios de sangre y vacunas requeridas por el gobierno de NZ.
Hasta este punto, estaba decidida a cumplir con todo lo que me pedían, pero me falta el último paso y el más difícil de todos: EL VUELO.
Investigué sobre las aerolíneas que viajan a Nueva Zelanda y realmente son muy pocas, además no todas las aerolíneas están aprobadas para transportar mascotas.
Las aprobadas, no permiten a los perros como equipaje, tiene que ser una empresa privada la que se haga cargo del trámite necesario.
Al cotizar con las 4 empresas aprobadas que realizan el proceso de transporte, me cotizaron alrededor de 7 mil USD, para realizar todo el proceso.
El cual consiste en dejar a mi perro días antes del vuelo para los estudios de sangre, vacunas y la supervisión de un agente de la USDA, para el certificado de salud de mi mascota. Añadiendo la cuarentena de 10 días en NZ
Es decir: tendría que abandonar a mi perro alrededor de 15 días, para cumplir con todos los requisitos de NZ
¿Esto les parece normal?
Mi hermoso Paco, tiene 11 años de edad, depende demasiado de mí, de mi amor y cuidado. No podría jamás dejarlo solo durante tanto tiempo. Entre jaulas y personas desconocidas.
Contacté al departamento de exportación de animales de NZ para pedirles más opciones, para exponer la situación de mi mascota con 11 años de edad y desafortunadamente no hubo ninguna respuesta agradable.
Pagar 7 mil USD y 15 días de proceso para la importación de mi mascota eran la única opción que tenía para viajar con mi mascota a aquel país.
¿Realmente es necesario?
¿Realmente es un proceso para garantizar la seguridad de la salud pública? O no es más que un proceso para generar riqueza a empresas privadas como las que realizan este tipo de procesos.
Para mi es discriminación hacia quienes amamos a nuestras mascotas, a quienes defendemos sus derechos, a quienes los hacemos parte especial de nuestra familia.
Paco es mi soporte después de haber perdido a mis padres, mi gran amigo incondicional. Y tendré que abandonar este sueño por la incapacidad de un sistema que cada día nos destruye en todos los niveles de la vida.
Es así como termina un sueño. No pondré jamás en riesgo la vida de mi mascota y no lo abandonaría por vivir en ningún país.
El llamado es (una vez más) para nuestros gobernantes en crear políticas más justas para procesos tan importantes. El mundo se mueve, las personas que migramos somos cada vez más, y no es justa la forma en la que nos arrebatan las oportunidades.
Los perros son familia.