Por: Diana Lizbeth Casas González
En enero del 2020 nos lanzamos a la que sería nuestra más grande aventura, un intercambio académico en Lugo, España que más que marcar nuestra formación profesional terminó tomando otro rumbo hacia un gran aprendizaje personal.
Nuestras expectativas eran muy altas, al escuchar todos los testimonios imaginábamos todo lo que podría pasar, pero por nuestra mente nunca pasó una pandemia.
Al llegar a Madrid no podíamos creer lo que estábamos viviendo, un lugar nuevo que nos esperaba para mostrarnos todas sus peculiaridades y que deseábamos conocer con muchas ansias.
Después de unos días en esta grandiosa ciudad, tomamos un bus para dirigirnos a la que sería nuestra residencia por seis meses, la ciudad de Lugo, una pequeña y muy serena ciudad en la provincia de Lugo en Galicia.
Nuestros primeros días en ella estuvieron llenos de inclusión por parte de la comunidad estudiantil y en un principio en nuestros tiempos libres conseguimos hacer pequeños viajes. En el mes de febrero tuvimos la oportunidad de conocer Oporto, Portugal y posteriormente viajar a la bella ciudad de Barcelona.
Fue en el mes de marzo que después de volver de nuestro viaje por Barcelona cuando comenzó la incertidumbre debido al anuncio de los primeros casos de coronavirus en el territorio español, siendo el 14 de marzo de 2020, luego de alrededor de un mes de integración y clases presenciales que el gobierno de España emitió un decreto que anunciaba cuarentena total en el país. Para nosotros fue un momento de mucha conmoción pues no sabíamos las consecuencias que esto nos traería, y comenzamos a cuestionarnos las posibilidades de finalizar nuestro intercambio o de volver a casa. Mientras tanto nuestras familias desde la distancia se mantenían al margen de la situación y se preocupaban por no entender las circunstancias en su totalidad. Fueron días muy duros para todos los estudiantes pues no comprendíamos la magnitud del asunto; posteriormente se anunció la continuidad del semestre con modalidad en línea lo cual consiguió estabilizarnos y tranquilizar las inquietudes de nuestros seres queridos. Aunque todavía no se decidía si esta nueva modalidad duraría lo que restaba del semestre nosotros decidimos no regresar a nuestros países con la esperanza de que todo esto terminaría pronto.
Durante el primer mes de confinamiento solo se nos permitía salir de nuestro departamento para surtir nuestra despensa, por lo que, para poder sobrellevar la situación de la manera más amena posible con nuestros rommies organizamos actividades diarias enmarcadas en un calendario, esto para mantenernos entretenidos y dentro de una rutina. Desde preparar las comidas, talleres de baile, charlas motivacionales, horas de estudio y hasta noche de manualidades, estas actividades nos permitieron conocernos a un nivel más personal.
Tuvieron que pasar 49 días para que por fin pudiéramos disfrutar del aire libre, esta nueva normalidad traería consigo un horario de salida que dependía de la edad, además de ser disfrutada solo en grupos pequeños. Todo el mes de mayo y hasta mediados de junio tuvimos la oportunidad de dar pequeñas caminatas por la ciudad y visitar a nuestros amigos con todas las medidas de prevención. Gracias a que los casos estaban en descenso se abrieron los viajes entre provincias, por lo que una vez terminadas las clases fuimos capaces de organizar un road trip con nuestros amigos en un viaje para conocer los lugares más emblemáticos de Galicia.
Al regresar de ese viaje nuestras aspiraciones comenzaron a tornarse reales. El conocer la gran cultura gallega y disfrutar de sus grandes localidades provocaron que poco a poco nuestros días de confinamiento comenzaran a tomar valor, nuestras ganas de terminar la ruta por el continente europeo cada vez iban en aumento. Para el mes julio algunos países estaban abriendo sus fronteras, fue aquí sabiendo que la situación estaba mejorando cuando decidimos embarcarnos en el viaje que siempre habíamos soñado.
A lo largo del intercambio conocimos personas que hicieron que nuestros días fueron los mejores, amistades que siempre apreciaremos y recordaremos con mucho cariño.
Es entonces que, ya de regreso en nuestro México tomamos con nostalgia todos los recuerdos vividos durante nuestra etapa de confinamiento en otro país, la cual no solo nos trajo consigo un aprendizaje cultural y académico si no que nos brindó una lección muy personal para nuestra vida. Además de recordar las grandes hazañas que hicimos y las bellas ciudades que recorrimos juntos.