Por: Alicia Aradilla
Antes de que llegara la fotografía, en la época de los grandes aventureros, unos trazos de tinta y unas manchas de color en un viejo cuaderno podían convertirse en el único testimonio visual de las maravillas del mundo. Estas primeras bitácoras -que esconden miles de historias en cada página- siguen levantando admiración entre los viajeros, pero habían quedado olvidadas en los estantes de las bibliotecas.
Los tiempos han cambiado, sin embargo, Alicia Aradilla (@a.aradilla en Instagram) metió en la mochila su caja de acuarelas, pinceles y cuadernos para recorrer el mundo durante un año y recuperar a pinceladas la esencia de esos grandes viajes. El resultado son 13 cuadernos y más de 700 ilustraciones que comparte cada día a través de las redes sociales, uniendo de una manera muy especial lo mejor del mundo analógico y el digital.
El viaje comenzó en Irán, un país que te atrapa por sus increíbles paisajes y la amabilidad de su gente. Un mes en el que el cuaderno se llenó de tonos tierra al cruzar el sector occidental del gran desierto de Dasht-e Kavir, así como de manchas verdes y turquesas para plasmar el entorno idílico de las mezquitas de Isfahán.
La aventura siguió en Rusia, tomando la ruta del Transmongoliano y disfrutando de los paisajes que iban apareciendo a través de las ventanas del vagón del tren. Jornadas enteras de viaje en las qué llenar de anécdotas las páginas del diario hasta llegar al desierto del Gobi, una parada obligada antes de seguir el camino hacia Pekín, la puerta de entrada a China.
No hay cuadernos suficientes para captar la inmensidad y belleza del gigante asiático. Desde el gran Budha de Leshan, hasta las famosas montañas de Zhangjiajie, que inspiraron el mundo de fantasía de la película Avatar. Los blocs se fueron llenando también de acuarelas de Japón, Tailandia, Vietnam, Filipinas, Indonesia, Laos y los increíbles templos de Angkor, en Camboya.
Mientras la mayoría de turistas sacan la cámara del móvil, Alicia se sienta en el lugar y pasa una hora tratando de plasmar de la forma más bella posible el mundo que le rodea. Pasar una hora en un mismo sitio ayuda también a interactuar con la gente y conocer mejor el día a día de un país. Da igual las barreras sociales o del idioma, el dibujo es un lenguaje universal y cuando Alicia saca la caja de acuarelas siempre está rodeada de gente.
En estos momentos surgen las mejores anécdotas, como cuando en Birmania un monje octogenario aseguró que era la primera vez en toda su vida que veía pintar a una mujer o cuando en India unos niños discutían sobre si los pinceles eran mágicos… hasta que llegó uno de ellos tratando de desmontar la historia y dijo que ese mismo modelo lo vendían en la tienda de al lado del colegio por cuatro rupias.
Este año recorriendo el mundo acabó, los cuadernos descansan en una estantería de un pequeño piso de Madrid, pero basta con abrir cualquiera de las páginas de esos trece cuadernos para viajar en el tiempo y revivir esas fantásticas aventuras.
Este proyecto ha enganchado a mucha gente a través de Instagram y ahora Alicia sigue viajando cada mes y retratando el mundo de esta manera tan especial. Sus trazos permiten captar cosas que muchas veces pasan desapercibidas para el turista y mostrar destinos que hemos visto miles de veces como si fuese la primera vez.