Cuando escucho la palabra ¨Canadᨠvienen a mi mente un montón de recuerdos únicos, ya que es un país muy especial para mí. Muchos de ustedes no lo saben pero tuve la oportunidad de vivir en Toronto por unos meses hace algunos años y sin duda fue algo que me cambió la vida.
Es por eso que cuando surgió la idea de visitar este sitio de nuevo me emocioné muchísimo. Esta vez tuve la oportunidad de estar en Vancouver y en Whistler con mi hermana, lo que hizo que el viaje fuera muy diferente y único.
De Vancouver que puedo decir, no hay nada que me guste más que una ciudad que combine la vida de la citadina con experiencias naturales. Este sitio ubicado en la costa oeste del país tiene fama de estar preparado para la aventura, como cruzar el puente de Capilano (increíble por cierto), o ir de compras por Robson Street (una de las calles más interesantes que hay).
Tuvimos la suerte de estar en los últimos días del verano en esta ciudad, lo que permitió disfrutarla al máximo ya que el buen clima se prestaba para estar caminando por las calles y conociendo nuevos lugares todo el tiempo. Aquí tuvimos la oportunidad de hacer muchísimas cosas, desde ir al acuario, subir al Vancouver lookout o montarse en un pequeño barquito para cruzar Granville Island.
Después de conocer hasta el último rincón del Stanley Park, nos fuimos a Whistler, que se encuentra aproximadamente a dos horas de Vancouver.
Este lugar no lo conocíamos y algo que me llamó muchísimo la atención es que a pesar de ser una ciudad invernal prácticamente destinada para los amantes del ski donde se han realizado olimpiadas de invierno, tenía muchas propuestas para seguir disfrutando de las hermosas vistas con el sol en su máximo esplendor.
Aquí fue donde nos colgamos en una tirolesa que se encontraba a más de 120 metros de altura, y pudimos apreciar el paisaje de una manera única.
También subimos hasta la cima del Blackcomb por medio de un teleférico y tuvimos la fortuna de ver un osito corriendo entre los árboles. Así mismo, decidimos adentrarnos en el Vallea Lumina, cosa que cambió mi forma de ver Whistler por siempre. Vivimos una experiencia nocturna dentro del bosque con iluminación, algo mágico sin duda y el lugar perfecto para terminar el viaje. Fue una semana llena de muchas aventuras que me hicieron conectarme conmigo de nuevo. Siempre es bueno alejarse de la rutina un rato.
Tengo que confesar que estoy desarrollando un profundo amor este país. Después de haber visitado Canadá por tercera vez me he dado cuenta que hasta la fecha no he encontrado alguna razón para no amarlo. Es un lugar increíblemente hermoso con mucho que ofrecer a los viajeros: paisajes extensos, comida increíble, gente amable y un sin fin de experiencias que sin duda convirtieron a este viaje en uno de mis favoritos.
Moría por contarles todo ya porque sin duda tenía que compartir esto con ustedes, no podía guardarme algo tan grande sólo para mí. Gracias a todos los que lo hicieron de esto algo inolvidable y por vivirlo conmigo, incluyendo a Alan.