Texto: Armando Cerra
Fotos: Mónica Grimal
Viajamos a bordo del Expreso de la Reunificación, el tren que recorre Vietnam desde la antigua Saigón hasta Hanoi. Son 2.600 kilómetros de ferrocarril con múltiples y apasionantes paradas como la moderna ciudad de Da Nang. Precisamente ahí, junto a uno de los principales puertos marítimos del país, leemos que antaño el puerto realmente importante estaba unos 30 kilómetros más al norte, en la ciudad de Hoi An.
No sólo eso. También leemos que Hoi An es uno de los conjuntos más bellos de este bellísimo país. Cualquier web o guía que consultamos habla de un pueblo pintoresco, de unas calles tremendamente fotogénicas o de un rincón imperdible durante este viaje vietnamita. Así que después de pasar un par de días disfrutando de las playas de Da Nang, nos alejamos un poco del tren y tomamos el autobús que lleva a Hoi An para comprobar con nuestros propios ojos si todos esos calificativos son ciertos.
Y, ¡desde luego que es verdad! Esperamos que las fotos de Móni lo dejen bien evidente, porque definitivamente si se viaja a Vietnam hay que apuntar Hoi An entre las citas obligadas. Aquí parece que se ha detenido el reloj. Para empezar porque es una ciudad, sobre todo en su zona histórica, donde no se oyen los motores de los coches ni las escandalosas motos que inundan cualquier parte del país. En cambio, aquí todo es más calmado y menos ruidoso, eso ya da cierta sensación de viaje en el tiempo.
Pero además está la arquitectura del lugar. Nada de grandes edificios, ni nuevos materiales. Todo parece anclado en el siglo XIX. Anclado, fondeado, embarrancado, ¡nunca mejor dicho! Y es que a finales de aquella centuria, el río Thu Bon que atraviesa el núcleo se convirtió por causas naturales en una ciénaga. El lodo colmó su cauce y dejó de ser navegable. Durante siglos, la desembocadura del Thu Bon en el mar de la China Meridional había sido un puerto perfecto para los barcos que viajaban por la costa asiática e incluso para los barcos de mercancías que llegaban a Europa. Sin embargo, casi de la noche a la mañana, aquel puerto se embarró y desapareció.
Durante 500 años Hoi An había sido punto de encuentro para navegantes venidos de China, Japón, Inglaterra, Francia o España. Había sido una ciudad pujante y rica que de pronto quedó empantanada en la ruina que dejaron toneladas de lodo. Sin duda, una tragedia para todos aquellos comerciantes de la época. Pero una maravilla para los viajeros del siglo XXI que nos reencontramos con un lugar precioso e inspirador.
Para nuestra fortuna, los habitantes de Hoi An no abandonaron su localidad. Ellos decidieron conservar aquellas casonas que habían construido las compañías comerciales extranjeras, que además habían dejado sus templos en forma de de pagodas o construcciones magníficas como el puente japonés, salones de asambleas y grandes almacenes. Así que al llegar hasta aquí nos encontramos un conjunto tan hermoso que la Unesco lo declaró Patrimonio de la Humanidad.
Aunque no se trata solo de un decorado para mirar. Ahora esas antiguas construcciones coloniales son restaurantes, hoteles o sastrerías. Sí, las sastrerías y las zapaterías están por cualquier esquina de la población. Ahí lo habitual no es comprar lo que se ve en el escaparate, sino encargar prendas hechas a medida con una rapidez increíble. En apenas 24 horas se puede vestir una camisa de seda o unos zapatos de piel cosidos ex profeso para nosotros.
Eso en cuanto a la moda occidental, pero si alguien busca una auténtica prenda vietnamita, también está en el lugar correcto. Vosotras chicas podéis haceros aquí un vistoso “ao dai” que os siente como un guante. ¿Qué es el ao dai? Pues la indumentaria femenina más elegante en el país. Son solo dos prendas. Un pantalón de talle alto y un vestido de seda que llega hasta media pierna, ajustado al busto y con dos cortes laterales. Simple, sin estampados, tan minimalista como vistoso. Los identificaréis rápidamente, porque muchas chicas lo visten en Hoi An.
De hecho veréis muchas haciéndose sesiones de fotos por las calles. ¡Con esos trajes y con algunos otros más pomposos y recargados! ¿Por qué? Porque Hoi An es un plató habitual para que las parejas se hagan sus reportajes fotográficos de boda. Es el motivo de que aquí también haya muchos negocios de fotografía.
Incluso muchos de esos fotógrafos son expatriados que han encontrado en este trocito del Sudeste Asiático su paraíso particular para hacer fotos. ¡Un lugar de luz y colores mágicos! ¡De día y de noche! Con la luz del sol, las fachadas amarillentas, los reflejos del río o el verde de la vegetación tienen una fotogenia especial. Pero cuando cae la tarde, cada noche se celebra una improvisada fiesta en Hoi An. La ciudad se iluminan con farolillos de papel. Entonces lo más típico es darse un paseo en barca a la luz de esos faroles. ¡Un recuerdo memorable antes de regresar a Da Nang y proseguir nuestro viaje en el Expreso de la Reunificación!
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