Por: Juanjo Vegué
Soy Juanjo Vegué, de una pequeña localidad al sur de Cataluña (España) llamada Santa Bárbara.
Quiero mostrarles mi experiencia durante cuatro días en el territorio que ocuparon los cátaros del sur de Francia en la Edad Media, y también una pequeña pero hermosa ciudad llamada Girona, en el nordeste de España.
Mi viaje comenzó llegando en coche hasta la ciudad de Girona. Hay una gran oferta en hoteles, muy cercanos al casco histórico, y también en restauración (incluso la Heladería Rocambolesc te sorprendería con sus insólitos helados y postres). La Catedral es genial (se grabó Juego de Trono en sus escaleras, la secuencia del juicio de Cersei Lannister por parte del Gorrión Supremo), al igual que el barrio judío, los museos, como el de arqueología, el de arte y la basílica de San Felipe. Hay parques muy bonitos, como el de la Devesa. Sin duda alguna, volveré.
Siguiendo, continué hacia Narbona, una pequeña población del sur francés. Conocida por ser la hija de la Antigua Roma fuera de Italia, contiene restos romanos y un casco antiguo fabuloso, con calles estrechas, monumentos medievales y del llamado Art Nouveau. Es un poco más caro que España, pero igualmente la gente te guía muy bien, incluso más de uno habla español. Nota: el Burger King me salvó un poco la vida.
Después de dormir en un hotel Ibis Budget, fui hacia Carcasona. Esa ciudad es de visita obligada porque muestra la Cité o ciudadela medieval, de lo más visitado de Francia después de París; me sorprendió su cementerio frente a la muralla, que no es tan visitado y te da mucha paz y misterio.
Volví hacia España al día siguiente por Collioure, un pueblecito precioso cercano a mi país, que contiene una iglesia muy bonita y un castillo al lado del mar, pero también es muy turístico y hay que andarse con cuidado. Se visita rápido. De ahí me fui a Perpiñan de compras y visité su entrada a la antigua muralla.