Tú x el Mundo

Mi viaje a Japón

Por: Gabriel Aguilar

Una vez escuché que si alguien desea lo suficientemente algo puede hacerse realidad, eso fue lo que me pasó a mí, cuando cumplí mi sueño de viajar al continente asiático.

Soy de esa generación que creció viendo caricaturas japonesas, Dragon Ball, Ranma ½, Caballeros del Zodiaco etc. La influencia de cultura japonesa se me fue metiendo desde que era niño. He estado en 17 países, y en ninguno me sentí tan feliz como en Japón.

Todo comenzó cuando vi el video “viaja más” de Alan Estrada, me di cuenta de que era hora de viajar a Japón, compré mi vuelo, visitaría Tokio y Kioto, también agregué una parada en Beijing, China. Decidí ir en la temporada donde los cerezos están en flor. Mi madre se enojó cuando le dije que iba a ir, no es fácil que tu hijo diga: “voy a ir a Japón solo, sin conocer a nadie, y sin hablar inglés”. Tuve algunos meses para organizar el viaje,  empecé por ver videos de viaje, leyendo blogs de viajeros, viendo documentales, películas etc. Cualquier cosa que me pudiera ayudar a tener una experiencia más completa.

Después de todo esto me invadió un miedo horrible de perderme en una de las metrópolis más grandes del mundo, pero el miedo se me quito cuando llegué.

Mientras iba en el avión todavía iba estudiando el itinerario, ya sabía a donde iba ir cada día, a qué hora tenía que levantarme, que transporte debía tomar, donde me iba a bajar, como regresar a casa etc. Siempre había un plan B por si algo salía mal.

Si alguien ha sentido tanta emoción al llegar a algún lugar me comprenderá, la sensación de estar en tu lugar soñado es indescriptible, en Japón corrí, brinque, reí y lloré, un poco de todo. El sentimiento de asombro estaba al tope, cualquier cosa me parecía extraordinaria, la civilidad y amabilidad de la gente, la limpieza de las calles, los hermosos templos, el transporte público, la comida, hasta los baños electrónicos jajaja.

Tokio me pareció increíble, una ciudad que mezcla lo moderno con lo tradicional, no se me hizo tan aparatosa como creí que sería, me parece más ruidosa Guadalajara, para mí fue lo máximo, quedé encantado con el Palacio Imperial, la Torre Tokio, el Sky Tree, la estatua de Hachiko y los barrios de Shibuya, Shinjuku, Azakusa  y Akihabara.

Viajar en el tren bala de Tokio a Kioto fue tan fantástico que se me pasó volando el tiempo.

Kioto me pareció tan enigmática, tan mística, llena de templos, de santuarios, a donde quiera que volteaba veía a alguien con kimono, la cámara parecía una metralleta, disparando a diestra y siniestra para tomar una buena fotografía. A veces es difícil viajar solo porque no tienes quien te tome las fotos, debes de pedirle a alguien que te ayude, y a veces no son muy accesibles.
El visitar el barrio de Gion en Kioto fue como un sueño, pude ver geishas y maikos después de una larga espera.  Los templos y sus pagodas son muy hermosos, la comida me pareció fantástica, además el ver los cerezos en flor es un espectáculo indescriptible, el paseo de los filósofos es una visita obligada para los amantes de los cerezos, los había por todas partes, las hojas caían y se las llevaba el agua del arroyo, aun cuando veo las fotos se me enchina la piel.

A veces ya no sé qué es más real, si lo que recuerdo o lo que veo; vivo de los recuerdos, no sé hasta qué grado me afectó el haber ido, una vez que cumples el sueño de ir, tienes que tacharlo de tu lista de deseos. Aún hoy en mis largas noches de insomnio me pongo a pensar en todas las cosas que me pasaron, las dificultades que tuve para comunicarme o las cosas chistosas que me sucedieron,  todo fue tan increíble, que a veces me pregunto si volveré a ir.

Una vez Alan dijo que hay ciudades de las que uno nunca se despide, porque siempre habrá un pretexto para volver, ya me llegará algún día el deseo de volver otra vez, esta vez posiblemente acompañado de alguien.

 

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