por: Seoju Park
Instagram @seojups
Es curioso, pero al viajar sola siempre me siento en compañía. En compañía de extraños, ajenos a mi vida diaria. Extraños con quienes cruzo miradas por 10 segundos o extraños con quienes empiezo una nueva relación. Ellos quienes guardan un sin fin de historias atrás de su cordial saludo, su sonrisa coqueta o su simple “con permiso”. Estos extraños se vuelven parte esencial del momento, de ese presente, de esa aventura.
Dubai prometía riquezas, extravagancias y modernidad a través de la boca de personajes impresionados por la cultura y la calidad de vida que inevitablemente risueñaba mi imaginación y seguramente la de cualquiera. Pero sin ningún previo aviso o tal vez sin ninguna sorpresa, mi experiencia en Dubai fue abrazada por estos extraños. Estos extraños que le daban vida a la extravagancia y el lujo contada en postales pero más que nada carácter y alma; en sus calles, en su desierto, en su metro, en sus pasillos, en su día, en su noche.
Para mí Dubai no fue el Burj Al Arab y sus siete estrellas, los edificios más grandes del mundo y la orquestra de luces de noche, la vista al mar de Palm Islands y sus memorables atardeceres, Abu Dhabi y su gran mezquita, ni la innegable majestuosidad en la arquitectura de la ciudad.
Para mí Dubai fue “Gupta” el taxista de India que me platicó de sus hijos Veena y Adesh y la historia detrás de todos los grandes edificios que veía; “Noor” de Serbia (que significa Luz) el joven Chef quien me invitó un jugo en el camión y tenía la extraña pero entretenida manía de cantar Lady Gaga; “Muna” mujer musulmana quien me platicaba de sus hermosos vestidos y sus despampanantes joyas debajo de su abaya ;“Mozammad” de Pakistán (el de seguridad de la Gran Mezquita de Abu Dhabi) quien me hizo reír por 15 minutos seguidos y no dejaba de cuestionar mi nacionalidad; esa bella mujer quien me dejó tomarle un retrato con su hijo; el papá de los hermanos Al Awadhi quien tenía el alma más joven que he conocido y quien olía a cigarrillos, café y lavanda; los vendedores del mercado de especies quienes me gritaban “Konichiwa” y los niños que me posaban y me sonreían en el momento que sacaba mi cámara.
Todos estos extraños, estos bellos personajes, son quienes me hacen observar y no sólo ver; quienes me hacen disfrutar y no sólo presenciar y quienes definitivamente me hacen ser una viajera y no una turista. Todos estos extraños son quienes hacen el viajar, algo más que sólo recuerdos. Dubai fue una experiencia que abrazo con ese mismo sentimiento cálido con el que tomé mis fotografías, con el que encontré una nueva forma de sorprenderme al conocer esta cultura y su gente y con el que me hace cada vez más querer explorar el mundo, pero principalmente a sus extraños.
Agradezco de todo corazón a Peeta Planet quien me escogió como una de los 12 instagrameros alrededor del mundo para tener esta experiencia e inspirarme entre creativos, viajeros y soñadores.