Texto: Armando Cerra
Fotos: Mónica Grimal
Lo tenemos que reconocer. En estas fechas nuestro ánimo se acerca más al de un malhumorado grinch que a la alegría que se le presupone a la Navidad. Será por la atmósfera de consumismo voraz de cada final de año o quizás sea por la absurda competición creada entre ciudades (sobre todo en España) a ver cuál tiene las calles más iluminadas o el abeto más grande. El hecho es que no nos apasionan los actos navideños. Pero aún así es imposible no dejarse arrastrar por la corriente y cumplir con algún rito tradicional.
En Zaragoza, nuestra ciudad, un ritual es acudir a la plaza del Pilar y ver todo lo que allí se monta durante el mes de diciembre y la primera semana de enero. Aquí se funde lo más típico con costumbres llegadas de lejos. La fusión cultural está muy presente en la Navidad. Los Reyes Magos se reparten el trabajo con Santa Claus, el turrón se acompaña de panetone o se instalan toboganes de hielo en lugares donde rarísima vez se han usado los trineos, como si estuviéramos en Escandinavia.
No obstante, este tipo de intercambios no son nuevos. Por ejemplo, algo tan asentado en nuestra tradición como el belén navideño de los hogares es una costumbre importada. Sí. Hasta el siglo XVIII no se hizo en España. Puede que te sorprenda saber que el origen de los belenes, nacimientos o pesebres se halla en Italia, más concretamente la cueva de Greccio, donde San Francisco de Asís organizó la escenificación del Portal de Belén una Nochebuena del año 1223.
A partir de entonces se fue repitiendo cada Navidad y poco a poco surgieron por todo el país artesanos especializados en hacer las figuras para recrear esas escenas. Durante siglos fue un arte que creció y creció en Italia. Especialmente en lugares como Nápoles, donde todavía hoy es obligado darse una vuelta por los talleres de pesebristas abiertos en el centro de la ciudad (Nápoles es fascinante se mire por donde se mire y algún día os hablaremos de ella).
El caso es que el rey español Carlos III quedó maravillado con el arte de los pesebres vistos en las calles, iglesias y palacios napolitanos. Y decidió llevarse a España esa costumbre que perdura hasta hoy y desde donde se expandió al otro lado del charco. Por eso, los belenes están asentados en nuestra cultura y han evolucionado de mil maneras. Los hay de cualquier material y forma, de madera o de barro, de formas realistas o vanguardistas, en miniatura o vivientes, hasta hechos con figuras de Playmobil o con materiales de reciclaje. Lo dicho, de mil maneras. En vuestra ciudad y en vuestra casa puede que haya uno de lo más singular y digno de una foto para Instagram.
Nosotros en casa no ponemos. Pero en la ciudad sí que hay uno. ¡Enorme! En el corazón de la plaza del Pilar, frente a la Basílica del Pilar y a un paso de la Fuente de la Hispanidad se coloca uno de grandes dimensiones gigantesco todos los años. Se tarda más o menos un mes en instalarlo, ya que se trata de un belén monumental que ocupa más de 1.000 metros cuadrados.
Ese sólo es un dato. Hay otros que dan idea de sus dimensiones. Cuenta con más de 50 figuras a tamaño real, además de muchos animales e infinidad de plantas que incluyen desde árboles en forma de olivos y palmeras hasta pequeñas matas aromáticas de romero y espliego. Tiene su propio río, sus caminos para que circulen los visitantes y sus edificios que recrean desde el palacio de Herodes hasta una cantina como las que pudo haber en Judea.
En definitiva, es un belén en el que los visitantes, literalmente, se adentran en el relato. Cualquiera que entre sabe el final de la historia y que el recorrido acaba en el Portal de Belén. Pero no importa. E incluso muchos lo visitan año tras año, conociendo todas las escenas a la perfección. Sin embargo, eso no quita ni un ápice de encanto al itinerario, porque siempre hay algún detalle nuevo que descubrir o algún invitado que lo contempla por primera vez.
Puede que haga mucho frío en diciembre en Zaragoza, pero por el belén monumental, por las pistas de hielo, por la casita de Papa Noel, por el mercado navideño o por el Árbol de los Deseos, en algún momento tanto los vecinos como los visitantes nos acercamos hasta la plaza del Pilar. ¡Te esperamos!
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