Por: Adriana Arrocha
Tenía cero expectativas del 2021. Juraba que sería un año más donde nada relevante sucedería. Como esos años donde la vida solamente pasa. Tampoco es que estar en pandemia ayudaba a pensar que este año sería diferente a su antecesor. Aún así, la vida me fue sorprendiendo.
Inesperadamente, comencé a viajar y a vencer ese miedo de conocer el mundo en unas circunstancias que no eran las más favorables. Y ante la curiosidad y el deseo de seguir coleccionando momentos en diferentes latitudes del planeta, me encontré con la posibilidad de hacer mi primer viaje sola.
El destino era México y todo parecía muy lógico en mi plan de viajar a este país. Tenía personas que me pudieran respaldar, era un país que ansiaba conocer por muchos años y que ya hasta le tenía creada su hoja de presupuesto por más de un año. Pero existía ese miedo e incertidumbre inicial de tener que estar sola más del 90% de mi viaje. Por supuesto, saltaban las típicas preguntas del autosabotaje: ¿Y si se pierden mis maletas durante los vuelos de conexión? ¿Qué tal si me pasaba algo en mi llegada? ¿Será que en algún momento mi seguridad correrá peligro? Fueron dudas que por poco me hicieron recular, pero ganó más mi entusiasmo de vivir una nueva aventura y la preparación que uno debe tener para estos tiempos pandémicos… En efecto, el seguro de viaje es un gran aliado para darte esa tranquilidad.
Después de transitar por tres aeropuertos y más de 12 horas de viaje, llegué a la Ciudad de México y en pocos instantes supe lo especial que era, con esas tardes eternas de primavera, la hospitalidad de su gente y su gastronomía que… Solamente estando en México comprendes lo maravillosa que es.
En mi primer día completo en la ciudad me perdí por la colonia Roma Norte durante mi intento de buscar una casa de cambio y un restaurante, pero fue de esas casualidades que agradeces que te hayan ocurrido. Gracias a mi falta de entendimiento de Google Maps y City Mapper, conocí un barrio que con sus plazas, edificios históricos y coloridos se sentía como un hogar. Ver a los amigos y parejas interactuando en las plazas, a la señora que vendía sus tacos y las personas que caminaban al igual que yo hacia un destino (pero teniendo muchísima más claridad de la ruta a tomar) se me hacía una imagen de la belleza que hay en lo trivial, en lo cotidiano.
El día siguiente estuvo cargado de una larga caminata por el Centro Histórico junto con otros viajeros a través de un Free Walking Tour con Estación México (muy recomendable) y por el área de Reforma y Chapultepec, donde me adentré a una ciudad que asombra con su belleza y carácter. Y fue así como se fueron sumando otros días de recorrer a mi propio ritmo el Museo Soumaya, el Museo Jumex, el Museo de Antropología y caminar por Polanco, Condesa. Ah, y como no puede faltar, comí los tacos imperdibles de Orinoco.
La Ciudad de México me dio la oportunidad de conocer una metrópoli tan inmensa como el calor humano de su gente y deleitarme con el sabor del picante en cualquier momento del día, mientras disfrutaba de mi propia compañía. Sorprendentemente, sentía una plenitud inesperada desde el día uno y eso me llevó a reflexionar sobre el significado de este viaje a los pocos días de estar allí.
Fue en esos momentos de indagar en esos pensamientos que descubrí la importancia de viajar sola. No hay nada como manejar tus tiempos, no planificar en demasía y dejarte llevar por lo que depare el día, sin preocuparte por complacer las expectativas de tu compañero de viaje. No me malinterpreten, viajar acompañado puede ser muy disfrutable, pero viajar sola tiene un je ne sais quoi insuperable si estás en un momento de tu vida en el que necesitas espacio; como era mi caso.
Y es que hay veces en la vida en la que uno necesita separarse de lo cotidiano para volver a conectarte con tus pensamientos y con ese ser que habita en ti. Mi travesía por la Ciudad de México me enseñó que estar sola en un viaje no brinda necesariamente las respuestas a nuestras dudas, si no la claridad para encontrarlas dentro de uno mismo. Tras un año de estar encerrada – como todos – para prevenir un virus, es normal sentir que parte de nuestra identidad se está perdiendo y el haber hecho la hazaña personal de viajar sola, en medio de una pandemia y disfrutar una ciudad tan especial cada día y que se sentía como un hogar, hizo que toda la aventura fuera una de las más especiales de mi vida.
A los pocos días de haber tenido esa reflexión, me tocó decirle adiós a la Ciudad de México. Mientras veía la ciudad desde los cielos, mis ojos reflejaban el significado que este viaje había tenido en mi. Casi al punto de las lágrimas, me despedía de una ciudad que había dejado tanto en mi y unas ganas inconmensurables de volver.