Por: Laura Bárcena
¿Has pensado alguna vez en hacer un viaje distinto? ¿Un viaje a la aventura? ¿A un lugar remoto al que casi nadie se anima a ir? Pues así exactamente fue este viaje, a un lugar al que nunca pensé ir.
¡Turkmenistan! En Asia Central. Y su capital Ashgabat, y un lugar muy peculiar y remoto, llamado “Las puertas al infierno” o “Darvaza Cráter de gas natural”.
Les cuento primero del cráter, que inicialmente se le prendió fuego para que el gas se consumiera pero, ¡oh, sorpresa! Ha estado quemando gas por más de 40 años. El gas natural es el producto más exportado de Turkmenistán, porque es parte de sus reservas naturales. Los turkmen dejaron el cráter como atracción turística, aunque no tiene una afluencia de turistas muy alta, porque la ciudad y el país tienen muchas restricciones. Necesitas sacar un permiso especial y contratar guía porque son súper conservadores y además están bajo una dictadura. Ahí se hace lo que el Turkmenbashi (father of the Turkmen) dice. Y éste tiene al país casi bloqueado del mundo exterior. Solo los ricos (que son muy pocos) entran y salen del país. De hecho fue un golpe de realidad ver cómo la capital está bañada de mármol y oro, y afuera de ésta, la gente vive en la pobreza. ¡Algo así como los juegos del hambre! ¡Surreal! Además necesitas guía porque casi nadie habla otro idioma. Los guías sólo hablan inglés.
Para llegar al cráter viajamos 3 hrs en una camioneta por el desierto, la carretera estaba llena de hoyos y mal cuidada así que no fue tan cómodo, pero una vez que llegas el paisaje es diferente, desértico y con un mega agujero en llamas, de aproximadamente 5,000 mt cuadrados, en medio de la nada.
A nuestra llegada el guía se encargó de armar las casas de campaña y hacer de comer, estableciéndose lejos del cráter. ¡El cráter de noche es un infierno! Pero es espectacular. En la noche hacía frío y solo cuando te acercabas al cráter sentías el calor intenso. Acampar en el desierto fue una aventura que nunca imaginé que pudiera hacer, me dan miedo las arañas, los alacranes y las víboras, aunque no vimos ninguna ¡afortunadamente! Pero todo el tiempo me la pasé pensando “a ver a qué hora me infarto con un bicho de esos” jaja.
De vuelta en la capital vimos toda una cantidad de monumentos y edificios de mármol con baños de oro. En cada glorieta hay un monumento extraño, casi futurista. Había algunos autos en circulación pero no muchos.
Tienen una rueda de la fortuna que parece más bien como un objeto de la religión católica. Hay todo un centro comercial dentro de esta construcción ¡con todo y la rueda!
Cuando turistéamos por todos estos lugares vimos muy poca gente, no se si sería un día festivo o religioso o a lo mejor hacía mucho calor para los citadinos, ¡pero no había nadie! Visitamos toda la ciudad solos con nuestro guía y guardias en algunos museos y atracciones. Fue toda un experiencia. Fuimos a un mercado pequeño en donde había algo parecido a los tacos de pastor, ahí sí había más locales.
También tienen un monumento especial de su dictador, obviamente construido por él mismo, al que llaman Turkmenbashi. Todo bañado en oro, con estatuas de soldados en la plaza de la independencia.
El aeropuerto de Ashgabat parece un hotel de Las Vegas, no te dejan sacar fotos ( solo saque dos) y es enorme, todo súper limpio y de lujo.
Este viaje si que me ilustró. Disfrutemos de la libertad de la que gozamos en este lado del mundo.