Erick González Sánchez
Quiero compartir con ustedes las experiencias e impresiones que recogí durante mi viaje a las ciudades cubanas de La Habana y Varadero. Llevaba ya tiempo deseando conocer Cuba, por lo general familiares y amigos vacacionaban en playas de México, Estados Unidos, y otros países del Caribe, pero yo me preguntaba ¿Por qué Cuba, estando tan cerca de mi país (México), pareciera que está tan lejos que muy poca gente está interesada en ir?. Fue con esta pregunta cómo comenzó mi interés por visitar Cuba; Luego de investigar y conocer su historia, cultura, lugares de interés, playas y otros sitios turísticos más aumentaron mis ganas de ir, e incluso, la idea de conocer un país con un sistema económico y político distinto a la mayoría de los países del mundo, hacía del viaje una experiencia aún más emocionante.
El 12 de julio del 2013 finalmente llegué a Cuba. Fue un día sumamente lluvioso y solo esperaba que no siguiera así el resto de mi estancia allí, pero así fue. Yo tenía hospedaje en un hotel de Varadero, que está a 2 horas de la Habana, así que al llegar a la capital cubana me transporté hasta allá. Varadero es una ciudad típica para vacacionar, la península está repleta de hoteles, restaurantes y otros lugares de ocio. Pero aparte de eso, lo importante de Varadero sin duda son sus playas, todas están rodeadas de arena blanca y el mar es cálido, con un color azul turquesa que lo hace perfecto para despejar la mente, descansar y observar sus bellos atardeceres.
No podía irme de Cuba sin visitar su capital: La Habana; quería envolverme de la cultura cubana, caminar por sus calles y conocer su gente. Para esto contraté un guía, y aunque nos comunicamos en español, la verdad es que el acento cubano puede resultar en algunos momentos difícil entender para un mexicano. Con el guía recorrí los lugares más importantes de la ciudad, como La Plaza de la Revolución, El Capitolio, El Malecón, la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña (de donde se aprecia una de las vistas más increíbles de la ciudad), la Habana Vieja, entre otros sitios. En la Habana Vieja (la zona más antigua de la Habana), además de visitar lugares emblemáticos como la Catedral de la Habana y la Bodeguita del Medio, fue perfecto para caminar por aquellas calles antiguas con edificios coloniales, y comprar los productos más reconocidos de Cuba: café, ron y puros. Es verdad que la Habana no es una ciudad moderna, pero si algo la caracteriza es esa capacidad de hacer al turista sentirse en otra década pasada; los autos antiguos, los edificios coloniales, la sencillez de la gente crean una atmósfera única que da la impresión de que en Cuba el tiempo se detuvo hace ya muchos años atrás, lo cual es algo muy especial que nunca voy a olvidar.
El guía me platicó también sobre la dura situación económica de los cubanos, me relato casos cercanos de familiares que huyeron rumbo a los Estados Unidos y no se ha sabido nada de ellos, de lo difícil que es comprar un televisor o un auto viejo, de la idea de tener un casa parece imposible y otros hechos realmente angustiantes que la mayoría de los los cubamos probablemente tengan ya asimilado, pero uno como extranjero no puede dejar de pensar en eso y sentir esa impotencia de querer hacer algo por ayudarlos. Sin embargo, me di cuenta que los cubanos no pasan su vida lamentándose, al contrario, salen adelante con buen humor, con muchas ganas y con aun amor grande hacia la música y el baile. Por lo que el mensaje más importante que me llevo de Cuba es sin duda que para ser feliz uno no necesita mucho, que la felicidad se encuentra dentro de nosotros mismos y que depende de nosotros y no de la circunstancias ser felices.
4.5
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