Por: Tania Núñez
Aún recuerdo ese sentimiento de “mariposas en el estómago”. De nervios y miedo al entregar mi boleto de abordar y tomar ese primer paso que me llevaría a abordar ese primer vuelo a recorrer el mundo. El mundo me estaba esperando, y yo, estaba a punto de ir a ese encuentro tan esperado, yo sola.
Este no era mi primer vuelo, he sido muy afortunada en ese aspecto, pero si era mi primer aventura de esta magnitud. Dejar mi familia, amigos, trabajo seguro, todo aquello que me proporcionaba seguridad y tomar ese brinco a lo desconocido, sin ninguna red de protección. Viajar, conocer nuevas culturas, gentes, olores, colores, sabores, perderme y encontrarme en algún lugar completamente nuevo por todo un año. Cumplir ese sueño que llevaba guardado por mas de 15 años. Era ahora el momento.
No voy a mentir, estaba nerviosa. Tenía miedo de que la soledad me golpeara de pecho, que me llegara a perder o que de plano esta experiencia de ser viajera de tiempo completo por un año no fuera para mí y que hubiera cometido el error más grande de mi vida al dejar todo aquello conocido y que proporcionaba seguridad.
Y la verdad es que al viajar no todo es perfecto. No todos los días son buenos, ni todos son malos, si hay veces en que la soledad y el miedo pega. Pero también se llega a experimentar muchos momentos de tremenda felicidad y claridad que hacen que todos esos momentos en que se siente la soledad y miedo tan fuerte valgan completamente la pena.
Yo no sabía que podía hacer tantas cosas hasta que dije sí pruebo, sí lo intento. A lo largo de este camino, 11 meses, 22 países, 5, continentes, 30 + vuelos, 19 aventuras en camión y 15 en tren, 4 rites con extraños, mas de 1,000,000 de kilómetros caminados (800 de ellos haciendo “Camino De Santiago” pero esa es parte de otra historia…), innumerables aventuras y amigos que se han ido sumando a lo largo del camino. El miedo ha seguido acechando así como el lobo a Caperucita Roja, sin embargo he aprendido a seguir y seguir en la marcha. Y es así que mediante cada obstáculo que se presenta y se pasa, cada comida compartida y amistades creadas en el camino me empiezo a conocer un poco mejor. Y poco a poco me he ido convirtiendo en adicta a esa sensación única que es encontrarme en nuevos e inesperados lugares. A hacerme amiga de ese sentimiento de incomodidad y vulnerabilidad tan común cuando se llega a un lugar nuevo.
En alguna parte leí u oí a alguien decir estas palabras que han resonado en mi mente;
“El ser humano vive al rededor de 30,000 días, Cuando tenia 24 años, me di cuenta que ya tenía recorridos 9000 días de mi existencia. En esta carrera no existen los calentamientos, prácticas o botones de reinicio. El mayor riesgo no es el de fallar, ¡No! El mayor riesgo es el de quedarse en la comodidad de lo conocido. Cada día estamos escribiendo nuevas páginas de nuestro libro de vida. Yo quería que mi historia fuera una aventura, y eso ha marcado toda la diferencia” _ Drew Houston
Y precisamente eso es lo que intento… hacer de mi historia una aventura.