Por: Katia Arana
Con mucha nostalgia y ganas de conocer un lugar nuevo, un día en el que me enteré que no podría ir de Misiones, compré un boleto redondo a Colombia por toda la semana santa, exactamente 18 días, en lo que no tenía idea de todo lo que me esperaba.
Con unos padres no muy contentos y con un presupuesto limitado; ya que me había gastado casi todo en los vuelos, decidí planear mi ruta por un país que moría por conocer, no sé si fueron las historias de otros viajeros o las series de televisión que se relacionaban con este país, creo que fueron ambos y claro, el café.
Mi primer lugar fué Bogotá, pero más en concreto un lugar llamado Chía, a las afueras de la ciudad, en el que me encontraría concretamente con el amigo de un amigo en el aeropuerto, el cual no apareció por más de dos horas, después de este tiempo finalmente apareció y me dijo que no podía ir por mí, por lo cual tomé mi maleta y fui dispuesta a tomar 1 camión, 2 metros y un autobús hasta su dirección, lo cual me tomó dos horas y media aproximadamente, hasta que llegué a la estación y me encontré con la primera persona que me alojaría en Colombia. Mi nuevo amigo Carlos, en los siguientes días me mostró Chía, un lugar hermoso que si no hubiera sido por él jamás hubiera sabido de su existencia, todo fue increíble, comimos comida típica colombiana, escalamos un cerro y tomamos muchas fotos.
Después de haber pasado unos días increíbles con Carlos y sus amigos, me fui con una amiga colombiana que había conocido durante un intercambio hace 5 años en Canadá, fui con ella y sus padres a un pueblito llamado Somondoco, el cual puedes recorrer a pie en 20 minutos y en el que casi no hay señal de teléfono. Que puedo decir, sus padres, la naturaleza, mi amiga y todo hicieron de mi estancia algo que siempre recordaré, me enseñaron que el chocolate caliente se puede comer con queso adentro, y que definitivamente no sé posar para las fotos (Mi amiga estudia arte e intentó tomarme fotos) pero sobretodo me enseñaron lo bonito que es compartir.
Regresé a Bogotá solo una noche para tomar un vuelo a Medellín. Al llegar al aeropuerto de Río de Negro, tome un autobús hasta Medellín y luego un uber para llegar al departamento de Nico, en cual me estaba esperando con su novia, a Nico lo había contactado por Couchsurfing (pagina donde puedes hospedar o hospedarte con gente sin ningún costo, aunque realmente es más una experiencia) y amablemente me recibió durante mi estancia. Mis días en esta ciudad estuvieron llenas de lugares nuevos y gente de todas partes del mundo, ya que había una reunión de Couchsurfing (la cual no tenía idea). La vida nocturna de esta ciudad es muy divertida y su metro me sorprendió por lo bonito que era. Entre las personas que iban a la reunión conocí a Manu, un colombiano que había vivido 10 años en Argentina y recientemente estaba de vuelta en su país, nos llevamos super bien y junto con su host me enseñaron la ciudad. Manu en una noche de fiesta me dijo que viajaría a dedo hasta Cali, y yo le dije que le acompañaba.
Desde ese día Manu fue mi acompañante por el resto de mi viaje en Colombia, ambos teníamos un destino final pero diferentes formas de llegar, en lo que yo me armé de valor y decidí seguir su forma de viajar en combinación con mi ruta. La primer aventura comenzó cuando fuimos a Guatapé, no estaba muy lejos de Medellín pero no era muy fácil llegar, entonces yo con 0 esperanzas de que alguien nos diera un aventón fuimos a la carretera con su host y esperamos hasta nuestro primer ride. En conclusión nos subimos como a 4 coches para visitar el Peñol de Guatapé, el cual es una roca enorme que en la cima tiene un mirador, donde se ven pequeñas islas rodeadas de un río color azul, escalamos sus más de 700 escaleras y disfrutamos de la mejor vista del día. De regreso a la ciudad nos topamos con una pareja que iba precisamente a Medellín, por lo cual no tuvimos que tomar diferentes transportes, amablemente la pareja nos invitó un café y luego nos llevó hasta el metro de la ciudad.
Luego de nuestra primera aventura yo ya estaba más que lista para todo lo que venía por delante, la aventura me llamaba en esos momentos y estaba emocionada por las próximas experiencias y nuevas personas que conoceríamos. Empezamos nuestro día buscando la ruta para ir a Pereira, la cual yo quería visitar porque era parte de la ruta cafetera, ahí ya tenía un host de Couchsurfing y él amablemente aceptó que llegara con mi nuevo compañero de viaje. Ese día temprano primero visitamos la Comuna 13, que son básicamente unas escaleras eléctricas al aire libre, y nos subimos al Metrocable, que es una extensión del metro pero estilo teleférico, que es muy usado para llegar a las partes altas de las comunas. Después de nuestra visita turística del día, estábamos ya listos para dirigirnos a nuestro siguiente destino, fuimos hasta la carretera y esperamos que alguien nos recogiera, hasta que nuestro cartel funcionó y un carro paró, tuvimos la mejor de las suertes, ya que no esperábamos que nuestro primer aventón nos llevaría directamente a nuestro destino, por lo que estuvimos 5 horas con una pareja y la madre del chico, ellos fueron muy amables con nosotros desde el principio, nos invitaron a comer y compartimos muchas historias durante el camino.
Llegamos un poco tarde a Pereira, pero nuestro host Luis nos recibió aún así. Que puedo decir, prácticamente no conocimos mucho la ciudad ni sus campos de café, pero conocimos los deliciosos desayunos que Luis nos invitó por las mañanas acompañado del mejor chocolate caliente que he probado (No es broma, aún me debe su receta) compartimos historias de nuestros viajes, ya que a los 3 nos apasiona viajar por supuesto y cocinamos juntos. Luis realmente fue de los mejores host que he tenido, una persona super atenta, amable y divertida con una personalidad excepcional, ya que en su casa tenía objetos únicos, como un reloj lleno de estampitas de animales que vienen en un chocolate (Jet), como una botella de cerveza como dispensador de jabón.
Nos despedimos de Luis y fuimos de camino a visitar a una chica que vivía en Roldanillo, ciudad que se cruzó en nuestro itinerario ya que amablemente invitó a Manu después de conocerse en Medellín. Por lo que Manu y yo nos fuimos a ver a Lina, algo curioso de ella es que es muy buena motociclista, incluso viajó 5 horas en moto hasta Medellín desde Roldanillo. Llegamos a Zarzal donde Lina trabajaba un día en la noche, cenamos y luego ya estábamos listos para ir a su ciudad que queda como a 15 minutos de donde ella trabaja, pero en carretera. Era de noche y ya no había transporte público, por lo cual emprendimos una aventura en la que Lina nos llevó en un paseo de motocicleta con todo y nuestras maletas de mochileros, por suerte Lina es muy buena conductora. Al llegar sanos y salvos salimos de fiesta y cantamos baladas con nuestros nuevos amigos que conocimos esa misma noche. Al despertar, la familia de nuestra amiga nos recibió con los brazos abiertos, desayunamos delicioso y bebimos jugo de tomate dulce, (sí, existe un tomate dulce, con el que se hace una agua fresca).
Y finalmente llegó el día en el que tomaríamos nuestros últimos rides hacia Cali, lugar de la salsa y la ciudad de donde Manu es originalmente. Cali nos recibió con mucho calor y buena vibra, al llegar fuimos a casa de sus padres donde nos íbamos a llegar y llamé a mi amigo Hitesh de India, que había conocido en México unos meses atrás. Juntos pasamos una buena noche y los siguientes días recorrimos Cali, fuimos a una reunión de Couchsurfing y bailamos salsa (Mi amigo Hitesh había previamente tomado clases así que ya era muy bueno).
Después de muchos días de un viaje con muchas aventuras, y de haber experimentado una cultura diferente a la mía, me di cuenta de lo falsos que pueden llegar a ser los estereotipos, ya que antes de llegar a Colombia, lo único que escuchaba de conocidos antes del viaje era que es un país peligroso y con tráfico de sustancias ilegales, lo cual pienso que en cuanto estadísticas puede mostrarse como un país peligroso y es cierto que hay negocios ilícitos, al igual que México, no quita el hecho de que es un país increíble con gente maravillosa, toda mi estancia conocí personas que me han marcado de por vida y que me mostraron su amabilidad de mil maneras. Colombia es un país lleno de cultura, comida deliciosa, el mejor café y sobretodo gente hermosa, el cual recomiendo a cualquiera visitar, de la forma que sea, viajando a dedo, en autobús, en avión, a pie, como sea.