Tú x el Mundo

Un queso a cambio de un beso

@tanyainat

Madrid, España

Pues esta es la anécdota de un viaje, en coche, que comenzó en Madrid en unas vacaciones que se produjeron en octubre de 2004.

En esta ocasión, nos dejamos llevar mucho por las recomendaciones de una oficina de turismo en Roncesvalles (Navarra) sobre pueblitos con encanto o más principales que conocer en la frontera pirenaica francesa. Del resto de pueblos franceses que conocimos en ese viaje no os voy a hablar pero si del pueblo del que mejor anécdota conservo, Saint Jean aux Pieds du Port.

Quizás y antes que nada, deba explicar primero realidades francesas, del saludo, por ejemplo, en ocasiones con 3 y hasta cuatro besos en la mejilla según  la región o, la invención por su parte del beso francés. Y conociendo esto, entenderéis porque mi anécdota con los franceses se llama un queso a cambio de un beso.

Bueno, pues llegamos a Saint Jean aux Pieds du Port como después de la hora de la comida. La idea era pasar la tarde y después llegar por la noche a Bayona.

A la entrada de este pueblo al suroeste de Francia, se ve todo como con mucho encanto, típico pueblo medieval, sin castillo pero amurallado, calles en cuesta y estrechas, todo rodeado por montañas y muy verde. Decir también que es el último pueblo francés del Camino de  Santiago, y por ello, se hace mucha alusión allí a todo este tema. Y por supuesto, como turistas que éramos, vimos lo que había que ver: iglesia que, como no, se llama de Nôtre-Dame, es pequeña y destacaba por las vidrieras de sus muros que tenían unos colores muy intensos. Que más, un puente famoso por ser de despedida a los peregrinos, luego subimos a dar una vuelta alrededor de la muralla. En fin, lo que hace un turista allí.

Pero también un turista, es curioso y se suele detener en todo aquello que le llama la atención. Ese día, en la plaza principal de ese pueblito, había como una especie de mercadillo en la calle, tenía artesanías (muchas de ellas eran figuras de vacas) y comestibles de todo tipo de esa región. Muy vivo y lleno de gente hablando francés por todas partes. Tengo que decir que algo de francés si que hablo y entiendo, con lo cual no tendría muchos problemas para la comunicación.


Pues de ese mercadillo, fui a parar a un puesto de quesos franceses que llamo mi atención. El puesto, era muy pequeño, los quesos estaban protegidos por un cristal y los veías a través del mismo. En una zona del puesto, un chico francés, de entre unos 25-35 años (no sé decir edad concreta), alto, delgado, con un delantal y normal, ni muy guapo ni feo pero eso sí, de los que hablan insistente a mas no poder, con mucha labia como decimos por aquí.

Normalmente, lo que se hace en esos puestos es que suelen darte gratis un pedacito pequeño de queso para probar y si te gusta, pues lo compras o no. Pero, ¡Ay, caray! como son los franceses, que después de una conversación en francés típica de turista, para mi caso, ese pedacito no quería dármelo gratis. Si no que el francés me decía que me daba a probar el pedacito de queso a cambio de un beso. Al principio uno se hace el tonto y quieres fingir que no entiendes lo que te dicen, pero claro, ya era algo tarde para que colara y su lenguaje de los gestos que me indicaba hasta el lugar donde tenía que dárselo, ya no había lugar a dudas (y el lugar no eran las mejillas eran los labios).

La situación era, si le daba un beso probaba el queso, y si no, pues me quedaba sin probarlo, o se lo compraba directamente, en el caso de que lo fuese a comprar. Total que no puedes dejar de pensar en ese momento en las técnicas de marketing de venta de ese francés en concreto.

Que haces en esas circunstancias, le das el beso, te despides a la francesa (es decir, sin decir ni adiós), le mandas a la porra a la española. Bueno, el final de la anécdota, no se si es lo que hubieseis hecho vosotros en mi lugar o el que esperabais que sucediese, pero yo le indique que la costumbre en mi país era dar dos besos. Al final, al francés le pareció bien, nos saludamos, se presentó (no recuerdo ni su nombre). Me dio un pedacito de no recuerdo que queso era el que estaba cortando, y lo probé. All final, le indiqué que iba a seguir viendo el resto que me quedaba del mercadillo y que después se lo compraba.

Y que paso, que creen, pues que no compré el queso porque pensé que llevar quesos típicamente olorosos franceses no era lo mas conveniente para el viaje en coche de después.

Aún así es una anécdota que para mí es inevitable recordar cada vez que veo un queso. Y un beso a cambio de queso tiene rima pensándolo en español. Espero que os haya gustado, ya que yo no puedo evitar sonreír al recordarla y resumirla en un ¡Vive la France!.

Alan Estrada

2 Comentarios

  • Hola Tania, te saludo desde México.

    ¡Qué simpática anecdóta!

    Muy cómico el hecho de que te pidiese un beso a cambio de su quesito, digo, no es muy común, pero ha de ver sido muy divertido, (yo balié con una botarga de vaca en un centro comercial), son de esos momentos que no esperas pero resultan geniales; fantástica aventura, una duda ¿y qué tal estaba el queso?

    Y vaya que rima en español…

    Adiós!

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